Presentación libro y cierre campaña recogida de firmas para una Iniciativa Legislativa Popular por una Renta Básica

El grupo de Renta Básica Andarivel y la Confederación General del Trabajo (CGT) presentaron en el Centro Cultural Quima el 31 de enero a las 18:00H, el libro “Renta básica de las Iguales y Feminismos”. Dicho acto contó con la presencia de Mari Fidalgo miembro del colectivo Baladre y coautora del libro.

”Las dos organizaciones aprovecharon el espacio para cerrar la campaña de recogida de firmas de la ILP por una Renta Básica Ya! que se está llevando a cabo, a nivel Estatal, desde marzo de 2014.

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Comunicado Sector Ferroviario

¡QUE NIVEL DE GOLFERÍA!, ¡NI SE SONROJAN!

Hoy han firmado un acuerdo sobre derechos sindicales en ADIF que les permite a CCOO-UGT liberarse de por vida, aunque no reciban un solo voto de l@s ferroviari@s.

¿A cambio de que? :

– División de las empresas públicas ferroviarias
    – Privatización de los servicios ferroviarios.
    – Congelación Salarial.
    – No integración, en muchos años, del personal de FEVE.
    – Modificación a la baja de las condiciones laborales.

Eso sí, ellos ya se han asegurado que, aunque no les vote el día 3 DE MARZO ningún/a ferroviario/a, tendrán:

  – Multitud de LIBERAD@S.
    – BOLSA DE MILES DE HORAS.
    – UN REPRESENTANTE EN EL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN.

No están dispuestos a perder la posibilidad de participar en esos lugares donde se reparten las tarjetas black, y por ello, toman todas las decisiones que les exijan en contra de los/as trabajadores/as: dividir las empresas, liberalizar, privatizar, desmantelar, etc … Ahora ya sabemos por qué en las empresas ferroviarias no aplicaron el Real Decreto 20/2012, como al resto de administraciones y empresas públicas. Algunos sindicatos estaban dispuestos a entregar “algo” a cambio.

Tienen la desvergüenza de chantajearnos, dándonos 10 días de plazo para que nos pensemos si firmamos este repugnante acuerdo. Seguro que no van a correr tanto para firmar los Convenios Colectivos antes del día 3 de marzo, siendo muy necesarios para garantizar el futuro de las plantillas y de sus condiciones laborales.

Garantizarse derechos que no les corresponden, lo hacen con sorprendente agilidad. Pero velar por el futuro de los y las ferroviarias, para esto no hay ninguna prisa.

CGT, ante la actitud fascista de la empresa y los sindicatos, no queriendo, una vez más, reflejar en el acta lo manifestado por esta organización, ha decidido abandonar esta reunión.

CGT se movilizó y continuará movilizándose para defender el futuro de nuestras empresas y las condiciones salariales y laborales de la plantilla ferroviaria y, aunque nos apliquen, a petición de las Direcciones de las empresas y los firmantes CCOO-UGT, el R.D. 20/2012, y perdamos todos los derechos reconocidos en el Convenio

Colectivo, seguiremos adelante desde la HONESTIDAD, la ÉTICA y la HONRADEZ de siempre.

Son ya 30 años demostrándola, y si nunca nos la han podido quitar como a otros, con pagos de ERE ́s, cursos de formación fraudulentos, mariscadas, tarjetas black,, etc., no lo van a conseguir con los derechos sindicales. Eso se lo dejamos a LA CASTA, que de golferías y corruptelas entienden un rato.

¡ES EL MOMENTO DE GANAR!

¡ROMPE CON LOS QUE SIEMPRE TE HAN TRAICIONADO! – ¡ELIGE A CGT!

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Presentación del libro «Renta Básica de las Iguales y Feminismos» y cierre campaña ILP Renta Básica

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TTIP o el capitalismo salvaje

Las consecuencias sociales y laborales del TTIP: crónica de un desastre anunciado

El Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP en sus siglas en inglés) entre EE.UU. y la UE se esta negociando entre las grandes empresas multinacionales y las élites políticas a espaldas de la ciudadanía de ambas regiones.
Su objetivo teórico es suprimir obstáculos arancelarios a la actividad comercial (sin  embargo las tasa aduaneras ya son bastantes bajas: 5,2% en la Unión Europea y 3,5% en los Estados Unidos de América), la inversión, el crecimiento económico y la creación de empleo.
Su objetivo real es desregular y eliminar derechos sociales, laborales, sindicales, normativas medioambientales y privatizar los servicios públicos como la salud, la educación, el agua, los transportes, etc., para conseguir más beneficios.
El TTIP pretende garantizar las inversiones de las empresas por encima de las leyes de los Estados, hasta el punto de que éstos tendrán que indemnizar a las empresas si ven perjudicado el nivel previsto de sus ganancias, a través del Instrumento de Resolución de Conflictos entre Inversores y Estados, los famosos tribunales de arbitraje, no sometidos a la justicia ordinaria de los Estados.
El TTIP es una vuelta de tuerca más, para acabar con los derechos de la ciudadanía y disciplinar a los trabajadores y trabajadoras, al acentuar los procesos de recortes, privatización y liberalización de flujos de capitales, aumentando todavía más el poder del gran capital, tal como ha sucedido con otros tratados, como con el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA en inglés).
Desde esta perspectiva sus consecuencias van a ser negativas para la agricultura, la  alimentación y el medio rural, la salud, la privacidad, el empleo, los derechos laborales y sociales y el medio ambiente.

CONSECUENCIAS PARA EL EMPLEO Y LOS DERECHOS LABORALES Y SOCIALES

Según el gobierno de EE.UU. con el TTIP se crearían millones de puestos de trabajo. Existen estudios que hablan de la creación de 750.000 empleos y de un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) en la UE de entre 1% y 0,5% hasta el 2.027, pero la misma
Comisión lo reduce al 0,1%. Se destruirían empleos en la industria cárnica, el sector de los fertilizantes, el bioetanol, el azúcar, bienes de equipo y el metalúrgico.
Un estudio alternativo y crítico realizado por la Universidad de Tufts, afirma, entre otras cosas, que se perderían 600.000 puestos de trabajo en la UE, las rentas del trabajo se reducirían en su participación en el PIB y se perderían ingresos público.
En lo que se refiere a los derechos laborales y sindicales, hay que tener en cuenta la “armonización” de la regulación, la igualación a la baja.
En Estados Unidos los derechos laborales y sindicales brillan por su ausencia, en la Unión Europea por ahora están garantizados, pero no armonizados (1), al menos aunque formalmente estén mínimamente garantizados, se conculcan e incumplen cada vez más.
EE.UU. solamente ha firmado dos de los ocho convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los contrarios al trabajo infantil y al trabajo esclavo, pero no los que se refieren a la negociación colectiva y al derecho de organización y asociación.
Tampoco ha ratificado el Pacto Internacional de Derechos Económicos (incluidos los derechos laborales, sindicales y de salud), sociales y culturales, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la resolución 2200 A (XXI) de 16 de diciembre de 1966 y que entró en vigor el 3 de enero de 1976.
Asimismo, entre los Estados de la Unión existe una competitividad por atraer inversores, tanto de otros Estados como de países extranjeros, para los cual en 24 de ellos han rebajado los salarios y recortado derechos en seguridad y salud laboral. La negociación colectiva y la organización sindical no están reconocidas, por lo tanto el derecho de huelga y la libertad sindical han desaparecido del mundo laboral.
Se dan “facilidades para trabajar” (disponibilidad para el empleo o empleabilidad), en lugar de trabajo. Se ha implantado el llamado Workfare, la aceptación de cualquier trabajo bajo presión por parte de los parados (desde una visión neoliberal se responsabiliza a los desempleados de su propia situación, y no al contexto socioeconómico que produce paro, pobreza y desigualdad), que también se denomina paradójicamente right to work (derecho a trabajar). No está establecido el salario mínimo, ni la seguridad y la salud en el centro de trabajo.Los trabajadores de algunas multinacionales, como Wal-Mart y McDonald’s, cobran salarios de hambre, y tanto es así, que tienen que solicitar los bonos de alimentación que concede el gobierno a los pobres.

Esta es la situación laboral que muy probablemente podría implantarse en los países de la UE, en aras de la competitividad, si llegara a firmarse el TTIP.

Por otro lado, EE.UU. es el país más desigual del mundo, donde no se reconoce el acceso a la atención médica como un derecho humano fundamental. Su sistema de salud es privado casi en su totalidad y de baja calidad. Recientemente se ha ampliado la atención sanitaria con el presidente Obama, sin embargo casi la mitad de los 50 Estados de la Unión se niegan a ampliar la atención sanitaria para los pobres.
Esta situación es debida principalmente al poder económico de las grandes aseguradoras médicas. El que tiene dinero puede acceder a una atención sanitaria de calidad.
Por su parte la UE hace ya décadas que aplica la política neoliberal en todos los ámbitos, incluido especialmente el socioeconómico, la política social, donde está incluida la política laboral, que se delega claramente en los Estados miembros. Dicha política no sólo no acaba con la desigualdad, el paro y la pobreza sino que los agudiza. Se limita a diseñar y elaborar Planes, para que los pongan en marcha los Estados.
Se considera a los parados, igual que en EE.UU., como los únicos responsables de su situación, por lo que hay que hacerlos “empleables”, aplicándoles “políticas activas de empleo” (individualizan el problema) y presionándoles para que acepten cualquier empleo, al potenciar los contratos temporales y a tiempo parcial, el trabajo precario (2).
Las prestaciones han perdido su consideración de DERECHOS y se han tornado en “contratos obligacionales”, cual seguro asistencial, debilitando seriamente las condiciones laborales.
Se está ampliando la edad de jubilación y reduciendo las pensiones. Las reformas laborales dan todavía más poder a los empresarios.
Por este motivo, ha habido huelgas generales en Grecia, Portugal, España y, recientemente, también en Italia y Bélgica.
Esta es la precaria situación de los derechos laborales y sociales en la UE, en el marco del Tratado de Lisboa todavía vigente, que se asemeja cada vez más, de un modo inquietante y peligroso, a los parámetros estadounidenses.
Por consiguiente, es necesario luchar contra esta construcción europea y contra el TTIP, desde la sociedad civil, los trabajadores y trabajadoras y los sindicatos alternativos de clase, de forma coordinada y eficaz, para que el gran capital no logre hacer desaparecer los derechos fundamentales, entre los que se encuentran los derechos sociales, laborales y sindicales, cuya eliminación es el objetivo real de estos acuerdos.

¡Contra la globalización de la explotación económica, internacionalismo obrero y solidaridad de clase!

Notas
1. La no armonización en mínimos básicos (salarios mínimos, jornadas, condiciones de trabajo) posibilita tanto el dumping laboral, como el social y facilita “la libertad absoluta del capital para movilizarse, allí donde los costes laborales son o bien más bajos o bien las legislaciones laborales nacionales son más liberales o permisivas”
2. El penúltimo “despropósito” de los sindicatos del régimen (cc.oo + ugt), en la firma de los 426 € durante seis meses, por una sola vez, viene condicionado por estas “políticas de empleabilidad”: el parado, parada, “firma un contrato individualizado” de disponibilidad obligada para seguir una ruta laboral, donde el empresario (cualquiera) juega con la ventaja en su contratación, en tanto en cuanto, la persona” asistencializada por la ayuda de caridad”, no podrá rechazar cualquier contrato que se le ofrezca.

BLOQUE COMBATIVO Y DE CLASE: ALTERNATIVA SINDICAL DE TRABAJADORES (AST); BALADRE; CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO (CGT); CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO (CNT); COMISIONES DE BASE (CO. BAS); COORDINADORA SINDICAL DE CLASE (CSC); INTERSINDICAL ARAGON (IA);SINDICATO ASAMBLEARIO DE SANIDAD (SAS); SOLIDARIDAD OBRERA (SO)

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Anarquismo y Nacionalismo

Pienso que un debate, teórico y abstracto, sobre “Anarquismo y Nacionalismo”, se podría desarrollar perfectamente en cualquier otro momento, y en cualquier otro lugar del planeta, y que el debate que aquí nos interesa, es el que entronca con el actual momento político, para intentar perfilar una postura libertaria sobre temas como TOMAS IBAÑEZel “Procés”, el independentismo, el “dret a decidir”, o la autodeterminación…

La pregunta que me preocupa, y que pongo sobre la mesa, es doble, consiste en saber, si desde una postura anarquista es coherente implicarnos en el “Procés”, y, por otra parte, si la participación en la lucha por la independencia no conduce, inevitablemente, y sean cuales sean nuestras motivaciones, a imprimir un fuerte, un fuertísimo, impulso al nacionalismo.

Bien, si vamos al actual momento político, es obvio que, en solo tres años, la situación ha cambiado de forma tan espectacular en Catalunya, que David Fernández ha pasado de ser golpeado en plaza Catalunya por los mossos de Felip Puig, a protagonizar el más efusivo de los abrazos con el “President”.

La situación ha cambiado hasta el punto que la magnífica movilización del 15 de Junio del 2011, ¿la recordáis?, contra un “Parlament” al que Artur Mas tuvo que acudir volando, ha dejado paso a los aplausos por su valentía. Y las masivas protestas contra los recortes, se han visto desplazadas por enormes concentraciones donde los responsables de esos recortes, bien lejos de ser abucheados, ocupan lugares de honor.

Cómo es notorio, la fuente de ese cambio no es otra que la irrupción de un “Procés” que ha conseguido sustituir la cuestión social por la reivindicación soberanista.

Está claro que el cabreo de buena parte de la población ante las continuas agresiones del gobierno español, especialmente contra la lengua, junto con el deterioro de las condiciones de vida y de los derechos sociales, ha espoleado el auge del independentismo. Esa es probablemente la causa principal, estamos de acuerdo,  pero sería muy ingenuo pensar que no han intervenido otros factores, y es muy fácil percibirlos, con solo mirar entre bastidores.

Junto al efecto multiplicador producido por un eficaz juego de disfraces entre nacionalismo, independentismo y “dret a decidir”, también la “transversalidad” ha contribuido a incrementar la multitud involucrada en el “Procés”,  una transversalidad, interclasista e interideólogica, donde entrelazan fraternalmente sus manos, los precarios y los pudientes, los David Fernández y los Felip Puig, los pro-vida y las feministas, y que cuenta con cuidadas escenificaciones que la televisión convierte en grandiosos espectáculos a todo color.

El auge del independentismo se debe, también, a que el Govern ha movilizado todos sus recursos institucionales, sus redes de influencia, y su arsenal mediático, afín de situar y de mantener el soberanismo en el mismísimo centro de la vida política, social, y cultural de Catalunya. El Govern supo intuir el enorme potencial de energía que yacía en la diada del 2011, y desde ese mismo momento se volcó en potenciar la movilización de una parte sustancial de la sociedad, teniendo, además, la gran inteligencia de dejar el protagonismo en manos de algunas instancias de la sociedad civil, que él mismo se encargaba, por otra parte, de publicitar y de empoderar convenientemente.

Quienes acudieron a las urnas el 9N, lo hicieron como una afirmación de libertad frente a las prohibiciones y a las provocaciones del gobierno de España, pero, eso sí, amparados, arropadas y espoleados por todo el aparato de poder de la Generalitat. Basta, sino, con comparar el pobre resultado, y las enormes dificultades, del multireferendum del 25 de mayo, con la placida consulta del  9N, para disipar cualquier duda acerca de a qué se debe, no todo, ni mucho menos, pero sí buena parte, del resultado del 9N: a los recursos de poder  que maneja el gobierno catalán.

Ahora bien, el problema  no es, obviamente, el hecho de que crezca el independentismo. Lo preocupante es que quienes participan en el “Procés”, con voluntad de impulsar cambios políticos y sociales de signo radical, no valoren en toda su magnitud, en toda su importancia, y a veces ni siquiera quieran ver, el papel que desempeñan los poderes instituidos en el auge del independentismo. Un papel tan decisivo que ese independentismo resulta, cuanto menos, bastante sospechoso en tanto que posible instrumento emancipador.

Ya sabemos que son multitud quienes asumen el nacionalismo español sin ni siquiera ser conscientes de ello, pero mucho me temo que está pasando exactamente lo mismo con quienes dicen que su independentismo ni es nacionalista, ni se expresa en clave identitaria. Porque resulta que, en el contexto especifico del “Procés”, se hace muy difícil ser independentista sin ser, al mismo tiempo, nacionalista. No digo que eso sea imposible, pero exige que se considere el “Procés” de forma totalmente instrumental, para alcanzar unos fines distintos al de su propia finalidad.

En ese sentido, algunos libertarios, y libertarias, ven el “Procés” como la oportunidad, una oportunidad única, para crear una ruptura que desencadenaría un proceso constituyente, políticamente emancipador, y argumentan que debemos involucrarnos en el movimiento soberanista para ensanchar la brecha que puede contribuir a abrir.

En esa misma línea, también se acude a la viejísima teoría del enemigo principal y de los avances graduales: seguro que os suena, derrotemos primero al nacionalismo dominante, el español, aunque haya que pactar con otro nacionalismo, el catalán, y eso despejará la vía para ulteriores avances.

Rizando el rizo, hay quien dice, incluso, que hay que luchar para que Catalunya consiga su independencia, porque de esa forma se acabará, por fin, la reivindicación nacionalista, y se podrá plantear los temas que de verdad importan.

Quizás, desde una adhesión puramente instrumental al soberanismo, se pueda ser independentista sin ser nacionalista. Quizás. Pero, aun así, lo que sí resulta del todo imposible, en el contexto específico del “Procés”, es ser independentista sin hacerle el juego al nacionalismo, y sin excitar los sentimientos nacionalistas. Unos sentimientos que han demostrado ser tan peligrosos que, hoy, todo dios huye de esa etiqueta como de la peste.

Es del todo imposible no hacerle el juego al nacionalismo, porque lo que se está planteando no es la independencia de una comarca, o de un determinado colectivo, sino de “Catalunya”, claro!, y es la independencia de esa entidad, perfilada como Nación, la que motiva la adhesión entusiasta de la mayor parte de quienes se involucran en el “Procés”.

Es cierto que el independentismo que niega ser nacionalista insiste en que lo que persigue es, simplemente, romper la dependencia del Estado español, y que la gente variopinta, de múltiples nacionalidades y lenguas, que habita este territorio pueda decidir libremente la forma política de su sociedad. Ese independentismo repite que hoy el catalanismo no es identitario, que reivindica su impureza étnica, y que es inclusivo y abierto. Que no se trata de independizar naciones, sino, pueblos y territorios.

Bien! Pero, ¿de qué pueblo hablamos? ¿Acaso del pueblo trabajador? ¿Y de qué territorio? ¿Cómo se definen sus límites?

No nos engañemos, desde un punto de vista no nacionalista, resulta que un territorio susceptible de constituirse como una unidad política diferenciada e independiente, se define por una forma de vida, compartida en el marco de  un proyecto común, y resulta que no puede haber forma de vida en común entre un patrón y un precario, por mucho que ambos sean catalanes, hablen una misma lengua, y habiten un mismo espacio.

Ahora bien, cuestionar una independencia basada en el supuesto “hecho nacional” no significa, en absoluto, menospreciar la importancia del sentimiento de pertenencia a una comunidad. Es obvio que el vínculo comunitario es fundamental, y que vivir en un mismo lugar, compartir una lengua, tener experiencias comunes, desarrolla relaciones solidarias, y crea un sentimiento de comunidad que se inscribe, muy profundamente, en nuestra subjetividad, y que moviliza intensamente toda nuestra afectividad.

Sin embargo, extrapolar ese sentimiento a una entidad abstracta, lo desvirtúa, y lo transforma en otra cosa. La gran astucia del nacionalismo consiste en equiparar el amor al terruño que nos ha visto nacer y crecer, con el amor a esa abstracción que es la Nación. Son sentimientos totalmente distintos, el apego a la tierra natal ni se aprende ni se enseña, simplemente sucede en el roce diario, mientras que el patriotismo, inseparable del nacionalismo, debe ser enseñado e inculcado, mediante sofisticadas operaciones de producción simbólica de la realidad nacional.

Muy probablemente no pueda evitar ser andaluz o catalán, y quizás ni siquiera me apetezca evitarlo, pero lo que sí puedo evitar es transformar esa característica identitaria en un elemento primordial. Porque lo importante, lo importante es el peso que concedemos en nuestras señas de identidad a la adscripción  a una lengua, a un territorio, o a una Nación,  así como, y eso es aún más importante, el peso que representan esas adscripciones en los valores que asumimos, o en la acción política que desarrollamos.

Ese peso va desde cero hasta el infinito. Como es sabido, desde el anarquismo se le concede un peso que se sitúa muy cerca de cero, mientras que el peso que le dan, por ejemplo, los nacional-socialistas, tiende hacia el infinito. El punto exacto  donde nos situamos, entre esos dos polos extremos, depende de nuestro grado de nacionalismo.

David Fernández declaraba, hace poco, el pasado 10 de enero, en un acto de las CUP ““Nadie, nadie nos hará elegir entre cuestión nacional y cuestión social”. ¡Faltaría más! Cada colectivo es muy libre de sus elecciones. Por nuestra parte tampoco tenemos que elegir, pero es porque no estamos confrontados a ningún dilema. La cosa está muy clara, vamos por la cuestión social, esa es nuestra guerra, y nada tiene que ver con una guerra por la cuestión nacional, una guerra que no nos concierne y que dejamos, por completo, en manos de quienes se desviven por protagonizarla, aun a sabiendas de que les tocará luchar abrazados, como ya lo han hecho, a los peores enemigos de la cuestión social.

En ese mismo acto, David Fernández añadía: “El país es demasiado diverso para caber en una sola lista”, ¡y tenía toda la razón! Solo que pasaba por alto que también hay una parte del país que no cabe en ninguna lista electoral, y es a esa parte a la que pertenecemos.

Esas dos declaraciones expresan dos compromisos básicos que, lamentablemente, nos sitúan en campos antagónicos: por una parte, el total compromiso con la cuestión nacional, considerándola inseparable de la cuestión social, y, por otra parte, la decidida participación en la dinámica de “las listas”, en la dinámica electoralista.

En cuanto al primer compromiso, parece que si no se quiere separar la cuestión nacional de la cuestión social, debería ser porque se considera que no vale cualquier forma de independencia, sino solamente la que instaura otro tipo de sociedad. Con lo cual,  si lo pensamos un minuto, lo que pone de manifiesto esa exigencia de no-separabilidad, es, paradójicamente, la existencia de una disimetría entre las dos cuestiones, y resulta, por lo tanto, totalmente incongruente situarlas en un plano de equivalencia que excluye priorizar una de ellas.

Es  obvio que el hecho de resolver la cuestión nacional no tiene porque resolver una cuestión social que se mantendría intacta en una Catalunya independiente pero que fuese ferozmente capitalista. Sin embargo, resolviendo la cuestión social de fondo, la cuestión nacional también queda resuelta, porque en una sociedad igualitaria y libre, ya no es que Catalunya podría ser independiente, sino que podría serlo cualquier parte de la sociedad que así lo quisiera.

Ahora bien, si está tan claro que las dos cuestiones no son equivalentes, que una prevalece sobre la otra y la condiciona, entonces, cabe pensar que la incapacidad de percibir esa disimetría, y la exclamación de que “nadie, nadie nos obligará a elegir entre ellas” responden, en realidad, a la fuerza del sentimiento nacionalista, y, claro, eso desata sospechas, porque apunta al engaño y al autoengaño de quienes afirman que su defensa del independentismo nada tiene que ver con el nacionalismo.

El segundo compromiso, el compromiso electoralista, resulta igualmente problemático, porque no es solamente la cuestión del nacionalismo la que justifica que no nos involucremos en el “Procés”, es también la tremenda contradicción entre la forma que toma la acción política en el seno de la actual movida soberanista, frente a la que pretendemos imprimirle desde el anarquismo.

En efecto, la dinámica desatada por el soberanismo, hace que todo se conjure, desde hace ya bastante tiempo, para institucionalizar la acción política de carácter radical. Referéndum, urnas, “Parlament”, elecciones, plebiscitarias o no… Todo gira en torno a las instancias institucionales del poder político establecido. Se saca la lucha de las calles y del mundo laboral, para otorgar el protagonismo principal a las Urnas y a las votaciones en elecciones, en consultas, o en el “Parlament”. Ahora mismo, por ejemplo, es el horizonte del 27 de septiembre el que va a hipotecar el presente de las luchas. Que lejos queda aquello de ¡“que se vayan todos”!… Está claro que participar en el “Procés” conduce, inevitablemente, a empujar la acción política radical hacia la esfera institucional, y a centrarla en el ámbito del “Parlament”.

Pero bien sabemos que, en esas condiciones, lo único que puede surgir de las urnas reclamadas por el soberanismo es la creación de un nuevo Estado capitalista, nunca la ruptura con el capitalismo.

¿Acaso es eso lo que queremos decidir? ¿Es esa la autodeterminación que nos interesa y por la que vale la pena luchar, salvo, claro está, que seamos nacionalistas?

Resulta que, como anarquistas, defendemos efectivamente la autodeterminación, sí, pero no auspiciada desde el poder, no conseguida mediante las urnas institucionales, porque entonces solo puede ser un simulacro de autodeterminación.

No nos engañemos, la autodeterminación solo puede ser conquistada, arrancada. Porque al igual que ocurre con la libertad, esta tampoco se otorga, y también se conquista. Se conquista, como cuando se okupan espacios para sustraerlos a las normas que rigen el sistema, o como cuando se okupan unas fábricas para autogestionarlas, o como cuando en el 36 las comarcas decidían implantar el comunismo libertario.

Autodeterminación, sí, pero de verdad, sin pedir permiso a las instituciones, transformaciones radicales llevadas a cabo directamente por los colectivos concernidos, en el ámbito local, no institucional, y que luego, eventualmente, se federan.

Esa es la autodeterminación por la que vale la pena luchar, pero nunca una autodeterminación para crear otro Estado, no una autodeterminación en forma de SÍ-SÍ, no una autodeterminación para consolidar la forma Nación.

Cambiar una bandera por otra nunca ha sido nuestro problema, ni puede ser nuestra lucha, y ni siquiera una parte de ella, por muy pequeña que sea.

Se trata, eso sí, de desairar banderas, de promover desobediencias y de multiplicar rupturas. Pero sin confinarlas en un escenario rupturista de carácter nacional, porque conviene no olvidar que, lejos de ser realidades “naturales”, las naciones, todas las naciones, se han construido con sangre y lágrimas, la sangre y las lágrimas de la gente de abajo.

 Fueron los enfrentamientos por el poder y por la riqueza, los que poco a poco fueron agrandando y agregando posesiones, juntando territorios, y colocando bajo una misma autoridad, poblaciones dispares. Luchas, guerras, pactos, alianzas, hasta configurar un condado, un reino, o una república, o cualquier otra estructura política centralizada, que se transforma en una Nación, o en un país, o en un pueblo, cuando adquiere carta de naturalidad para sus súbditos.

Las naciones son un artefacto del poder, y constituyen un dispositivo de dominación que se construye homogeneizando heterogeneidades, incluso en el plano lingüístico.

De forma, que al reivindicar la existencia política de una determinada nación, lo que estamos asumiendo, implícitamente, es la historia de sangrientos enfrentamientos por el poder, y estamos haciendo nuestras  tanto la lógica que ha guiado esa historia, como el resultado en el que ha desembocado.

Ahora bien, si las naciones han sido hechas, también pueden ser deshechas, y uno de nuestros cometidos en tanto que anarquistas es, precisamente, deshacerlas. Debemos ser resueltamente “nacionalicidas”, sí, nacionalicidas, respecto de la función política que cumple el concepto de Nación, y de los enormes recursos de todo tipo que se invierten en la construcción simbólica, y en el mantenimiento de “la realidad nacional”.

En tanto que libertario no es que quiera una Nación sin Estado, es que no quiero ni un Estado ni una Nación.

Y, ya, para ir concluyendo, está claro que debemos luchar contra el nacionalismo español, y que  uno de los yugos de los que nos tenemos que liberar es el de la opresión del Estado español. Pero no porqué esa opresión nos constriña en tanto que miembros de una Nación, de un País, de un Pueblo, de un Territorio, o como se le quiera llamar, sino porque es un instrumento de dominación y queremos romperlo, pero sin darle la satisfacción de reproducir miméticamente sus propios principios basados en “el hecho nacional”.

Frente a la pregunta de si apoyamos o no, de forma general, las luchas de liberación nacional, la respuesta es que consideramos que hay que prestar un apoyo rotundo a las luchas contra la dominación nacional. Pero eso no se puede confundir con un apoyo a las luchas de liberación nacional, y esta distinción se entiende perfectamente si se reformula el planteamiento simplista que dibuja como situación primaria, la de una Nación oprimida que lucha por liberarse.

En realidad, lo que existe primariamente es una fuente de opresión, lo que hay, en origen, es una Nación, en posición de fuerza, que tiene interés en dominar un determinado colectivo y en controlar su territorio. Cuando ese colectivo se levanta contra la dominación nacional, es obvio que debemos darle apoyo, porque forma parte del anarquismo, impulsar todas las luchas contra la dominación.

Sin embargo, apoyar el combate contra la dominación nacional no implica, para nada, que se tenga que apoyar también la parte de esa lucha a favor de la liberación nacional, un objetivo que tan solo representa sustituir una forma de dominación por otra, y sería del todo surrealista apoyar, desde el anarquismo, un combate por la dominación.

¿Posición compleja, que exige diferenciar la lucha “contra la dominación nacional”, y la lucha “por la liberación nacional”, aun cuando ambas suelen estar entremezcladas? Pues, sí, ciertamente, posición compleja, pero nadie ha pretendido que el anarquismo fuese simple.

En definitiva, no se trata de entorpecer la independencia de Catalunya. La creación de un nuevo Estado en Europa, o fuera de ella, no es nuestro problema. Por mi parte, si eso se produce algún día, y si aún estoy a tiempo de verlo, me alegraré, me alegraré mucho, porque se estará debilitando España, pero, al mismo tiempo, lo lamentaré, lo lamentaré profundamente, porque se estará creando un nuevo Estado que nada, nada, tendrá que envidiar al Estado español.

¿Entorpecer la independencia? No, claro. Ahora bien, tampoco ayudar,  ni en lo más mínimo, a que acontezca, sino denunciar el engaño que supone para los de abajo que se les venda la moto de que esa lucha merece su colaboración, y denunciar, también el substrato nacionalista sobre el que descansa, necesariamente, esa lucha.

Debemos elegir, debemos elegir entre arroparnos, ya sea materialmente, o solo simbólicamente, en una estelada, o bien defender las ideas anarquistas. Y, a partir de ahí, que cada cual elija legítimamente lo suyo. Ahora bien, si hacemos lo uno, si nos involucramos en el “Procés”, no podemos hacer lo otro, que consiste en luchar para erradicar todas las formas de la dominación, porque eso sería tan incompatible como arroparnos en la bandera española en lugar de rechazarla, y, al mismo tiempo, proclamarnos anarquistas.

Tomás Ibáñez

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Concentración contra la Ley Mordaza

Domingo día 25 de enero a las 12:00 del mediodía
Concentración contra la Ley Mordaza, frente a la Delegación del Gobierno en Santander

Convocan: Las Marchas de la Dignidad Cantabria y la Asamblea LIBRES

La CGT llama a la población a participar masivamente en las Manifestaciones que se convocarán por las Marchas de la Dignidad en todo el estado contra la Ley Mordaza y contra la Represión el día 25 de enero. Es muy necesario y urgente aglutinar fuerzas contra esta agresión terrible hacia todas las personas que luchan y manifiestan su rechazo e indignación con las políticas liberticidas que están condenando a la mayoría social a la miseria, la exclusión y la desesperación.

“LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO”

cartel Ley Mordaza

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Jornada sobre el Tatado de Libre Comercio e Inversión UE – EEUU

cartel TTIP(1)

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LLAMAMIENTO A LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL CON LOS REFUGIADOS SIRIOS

eseLa Unión Sindical Libertaria (ESE) de Atenas participa y secunda las acciones de solidaridad que se están llevando a cabo en apoyo de los refugiados sirios, víctimas de la guerra, que han llegado a Grecia en los últimos meses.

Más allá de su justa reivindicación de la concesión inmediata de asilo y de visados, los refugiados sirios se encuentran en una situación de máxima necesidad en aspectos básicos como el alojamiento, la alimentación, la asistencia sanitaria, etc. Como solución provisional, cientos de ellos han sido llevados a hoteles, bajo la responsabilidad del gobierno y del Ayuntamiento de Atenas, pero allí viven en condiciones muy precarias. Basta mencionar que la comida se la proporcionan organizaciones humanitarias y espacios solidarios. Para otros muchos refugiados, miles, entre ellos familias con niños pequeños, la situación es más dramática, pues viven en parques. Para todos, el derecho a una vivienda digna y a un trabajo digno es un sueño inalcanzable.

La oleada de refugiados sirios que llegan a Grecia aumenta constantemente. Tengamos en cuenta que en la vecina Turquía hay un millón y medio de sirios que han sido expulsados de su país por la guerra y que quieren alcanzar Europa occidental.

Diferentes organizaciones sociales atenienses (asambleas de barrio y centros sociales) han tomado la iniciativa y albergan en sus locales a muchos refugiados sirios. Para estas organizaciones, esto supone unos gastos económicos difíciles de sobrellevar. Como ESE, hemos decidido ayudar en este esfuerzo.

Por todo ello, hacemos un llamamiento a las organizaciones sindicales, los movimientos sociales y los trabajadores de todo el mundo a que apoyen económicamente a la Unión Sindical Libertaria en esta labor. El dinero del Fondo Solidario de ESE Atenas no es suficiente.

Si lo deseáis, podéis contribuir haciendo un ingreso en la siguiente cuenta corriente:

Piraeus Bank  5087-070937-715
ΙΒΑΝ: GR86 0172 0870 00508707 0937 715

BIC: PIRBGRAA

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Vídeo de la manifestación en Coia: Justicia social, ¡ni dinero en la rotonda ni estado policial!

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CIUTAT MORTA (el documental censurado por TV3)

En junio de 2013, un grupo de 800 personas ocupan un cine abandonado del centro Barcelona para proyectar un documental. Rebautizan el antiguo edifcio en honor a una chica que se suicidó dos años antes: Cinema Patricia Heras. ¿Quién era Patricia? ¿Por qué se quitó la vida y qué tiene que ver Barcelona con su muerte? Esto es exactamente lo que se quiere dar a conocer con esta acción ilegal y de gran impacto mediático: que todo el mundo sepa la verdad sobre uno de los peores casos de corrupción policial en Barcelona, la ciudad muerta.

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