Si es 15 de octubre, esto es Bélgica y estamos en las Euromarchas, una movilización contra la austeridad y por una Europa más justa y solidaria que reúne a algunos miles de personas en el corazón de la UE. La lucha contra los acuerdos de libre comercio –especialmente TTIP, CETA y TISA– ha dotado de contenido este encuentro de los movimientos europeos. Son organizaciones, plataformas y campañas principalmente de Alemania, Francia, Italia, Bélgica, España o Grecia, que previamente no supieron encontrar una solución a su propia complejidad en la lucha contra la austeridad de los memorándum de rescate y en la oposición a la intervención política en los países del sur por parte de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Dos cifras se repiten varias veces a lo largo del fin de semana de movilización en Bruselas como una puerta abierta a la esperanza: 250.000 personas salieron en Berlín el 10 de octubre contra los tratados de libre comercio; tres millones y medio de personas han firmado contra del TTIP, el acuerdo de libre comercio que la UE negocia con EE UU.
La manifestación de Berlín ha dejado huella y, aunque no se logró repetir números en la que tuvo lugar el 17 para cerrar los días de movilización en Bruselas, la denuncia del TTIP, el CETA y el TISA –Acuerdo sobre el Comercio de Servicios– se extiende por las “delegaciones” de los movimientos y organizaciones sindicales y políticas que se han dado cita en Bruselas. La próxima cita será el 12 de diciembre en París, durante la Conferencia del Clima COP21 de París, porque los tratados de libre comercio, recuerdan las organizaciones ecologistas, también tendrán un efecto devastador sobre la tierra. “Si queremos cuidar el clima no podemos aprobar el TTIP”, sentencia Pascoe Sabido, experto en clima de la organización Corporate Europe Observatory (CEO).
Cómo acabar con los tratados
La estrategia para lograr que la presión acabe con estos tratados está muy clara para Lora Verheecke, de CEO. Esta investigadora cree que hay que presionar a los partidos socialistas para que rechacen en el Consejo Europeo la aprobación del Acuerdo Integral de Economía y Comercio (CETA), alcanzado entre la UE y Canadá, y pendiente de ratificación en los distintos parlamentos.
“Deben notar las presiones desde abajo”, explica Verheecke, quien apunta varias campañas que están teniendo lugar, como el envío masivo de mails a Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, o a Cecilia Malmström, comisaria de Comercio, que les ha llevado a protestar públicamente, o la presión en las convenciones de los partidos políticos, especialmente los socialdemócratas. Así, las organizaciones europeas, políticas, sindicales, de campesinos o activistas reclaman que la presión sobre los socialistas pase por los parlamentos o departamentos autonómicos –en España han hecho mociones anti-TTIP las Cortes de Aragón, Andalucía o Cantabria– y los municipios a los gobiernos de François Hollande en Francia, Matteo Renzi en Italia, o a un hipotético gobierno de Pedro Sánchez en España.
Acabar con la lógica de la gran coalición parece más factible en los distintos territorios europeos que en el Parlamento, donde las fisuras de S&D, el grupo parlamentario socialista, han sido escondidas en los momentos clave para que los tratados pasen las distintas fases hasta cambiar, irremediablemente, el mapa social y laboral de la Unión Europea.
¿Hace falta contar otra vez lo que supondrán estos tratados de libre comercio llamados “de nueva generación”? Aunque buena parte del activismo europeo lleva dos años en campaña contra la trinidad formada por TTIP, CETA y TISA , las organizaciones sociales consideran que hay una mayoría de la población que aún no tiene información suficiente.
Así lo entiende Monica Di Sisto, portavoz de la campaña italiana contra el TTIP, quien en su intervención durante las Euromarchas reclamó la creación de una red con eurodiputados y movimientos sociales que asuman esa lucha común. Di Sisto denuncia que estos tratados atentan contra los derechos humanos de la población europea. “Es necesario –explica Di Sisto– mostrar cómo se reduce el nivel de democracia. También cómo afectan a cuestiones ambientales y de género”.
“Hay una preocupación legítima de que estos tratados bilaterales y multilaterales pueden agravar el problema de la extrema pobreza, arriesgar una justa y eficiente negociación sobre las deudas y afectar los derechos de pueblos indígenas, minorías, personas con diversidad funcional, personas mayores y otras en situación de vulnerabilidad”, ha alertado un grupo de nueve expertos de Naciones Unidas que denuncian el impacto de estos acuerdos sobre una serie de derechos básicos.
Uno de ellos, Alfred de Zayas, relator independiente de la ONU que ejerció de cabeza visible de este grupo en Bruselas, ha denunciado que con la aprobación de estos tratados se “abandona el imperio de la ley”. En su intervención en el taller sobre el TTIP de las Euromarchas, De Zayas recurrió a una fórmula del derecho romano para explicar el perjuicio de la nueva generación de tratados que se está negociando; es ‘contra bonos mores’, contra las buenas costumbres.
Estos tratados, afirma, son un ataque contra los artículos 1, 2, 55 y 56, y los capítulos 9 y 10, de la carta de Naciones Unidas. Para de Zayas, TTIP, CETA, TISA y los tribunales ISDS –que se incluyen con distintos nombres en los tres tratados– son incompatibles con el derecho promulgado en la Corte Internacional de Justicia y en la Corte Europea de Derechos Humanos.
“La libertad de mercado estará mejor garantizada que la libertad humana”, escribe el economista Gérard Lambert en el monográfico Pour, publicado para denunciar el impacto que tendrán estos tratados. Y es que, entre las consignas para sacar a la luz a estos “monstruos” está la de insistir en su carácter irreversible. También en Pour, Thierry Bodson, sindicalista belga de la FGTB, primera central del país, aporta un mapa bastante aproximado del destino europeo: “Los gobiernos ya han aceptado ser desposeídos de su poder presupuestario mediante el pacto fiscal”, firmado en 2012 y en vigor desde 2013. “Con el TTIP irán aún más lejos en el abandono de los poderes sociales y legislativos en beneficio del gran bussiness de inversores y multinacionales”, señala Bodson.
En una conferencia sobre los peligros del CETA, el coordinador de la campaña Notransat contra el TTIP, Bruno Poncelet, señalaba el desequilibrio de fuerzas entre la sociedad civil europea y las transnacionales. Al tiempo que se armonizan, a la baja, los estándares laborales, “no hay armonización a nivel fiscal ni social”. Las multinacionales tendrán, si se aprueban estos tratados, un mercado de más de 900 millones de personas, ampliado en virtud de tratados ya existentes como el NAFTA, y en condiciones de arrastrar al resto del planeta a sus reglas del juego. Poncelet resume las condiciones en que se entrará desde el momento en el que se apruebe el CETA: “Una competición a la baja” por ofrecer medidas de austeridad, ningunear las funciones de los sindicatos mediante la supresión de la negociación colectiva, rebajar las reglas de la seguridad social o, en última instancia, presentar demandas a los Estados que aprueben, por ejemplo, una subida del salario mínimo que rebaje las perspectivas de beneficios de una empresa.
El poder omnímodo
Llevar a cabo procesos de remunicipalización, dejar de servir agua embotellada para poner agua del grifo en los actos de un municipio, seguir frenando las prospecciones mediante técnicas de fractura hidráulica, aumentar la ratio de trabajadoras que cuidan a personas mayores o con diversidad funcional en centros especializados o mantener cerrados proyectos mineros como los de Corcoesto (Galicia) o Salave (Asturias), pueden ser, con que se apruebe cualquiera de estos tratados, motivos de demanda por parte de empresas multinacionales a las administraciones que osen discutir el poder de las transnacionales en el continente europeo.
“El balance entre la sociedad y el mundo de los negocios muestra que este último es mucho más fuerte –se lamenta Poncelet–, tienen más poder que nosotros”. En Bruselas, las organizaciones que confluyen en las Euromarchas repiten la consigna de que sólo la presión organizada sobre los poderes políticos de la gran coalición europea puede revertir un proceso que, pese a la opacidad, encuentra una oposición unánime en toda la Europa que sabe de qué se habla cuando se habla de libre comercio.
Evolución de los tratados
CETA
El tratado con Canadá puede ser ratificado a mediados de 2016. Se lo considera el ‘caballo de Troya’ del TTIP, un precedente peligroso.
TISA
El acuerdo TISA afectará a sectores clave como transporte o telecomunicaciones. El Gobierno español ha anunciado que no lo someterá a referéndum.
TTIP
Entre las posibles formas de acabar con el TTIP está que se reconozca el derecho de la ciudadanía a decidir en cada país por la vía de un referéndum.
ISDS
No es un tratado si no un mecanismo parajurídico incluido en la trinidad (CETA, TTIP y TISA). Ya ha sido aplicado en varios acuerdos internacionales.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/28111-movimientos-europeos-encuentran-hoja-ruta-ttip.html