A diez años de la derrota del ALCA – lecciones para las luchas actuales

Este mes recordamos 10 años de la derrota del ALCA en las Américas, ¿Qué podemos aprender las luchas actuales alrededor del mundo en contra del libre comercio y del poder corporativo de esta victoria y de la posterior contraofensiva corporativa?  

Hace 10 años en Mar del Plata, Argentina, se daba muerte formal y definitiva al Área de Libre Comercio de las Américas – ALCA. Hoy, 10 años después, el Centro para la Democracia entrevistó a tres líderes sociales destacados que lucharon junto a tantos otros y otras  activistas y organizaciones de todo el continente, en contra de lo que en ese entonces pretendía ser la zona de libre comercio más grande del mundo y la mayor ofensiva corporativa de  la historia.

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Nuestros entrevistados y entrevistada son miembros de organizaciones que son parte de la Alianza Social Continental (ASC).  Se trata de Alberto Arroyo de la Red Mexicana Frente al Libre Comercio – RMALC, Paulina Muñoz de la red de organizaciones sociales Ecuador Decide y Enrique Daza de la Red Colombiana de Acción Frente al Libre Comercio – RECALCA, y en aquellos tiempos responsable de la Secretaría de la Alianza.

Las entrevistas tuvieron el objetivo de recoger las lecciones más importantes que nos dejó la victoria en contra del ALCA y lo que sucedió después. Hacemos también un análisis autocrítico de la contraofensiva del sistema en la región y en el mundo, y del rol de los movimientos sociales en ese proceso.  Finalmente presentamos una serie de reflexiones sobre la lucha global en contra del sistema y sobre la dinámica de los movimientos sociales.

Es evidente que al igual que hace 10 años con el proyecto del ALCA, ahora también nos encontramos en un  momento crucial. Tan sólo hace unas semanas vimos el anuncio del fin de las negociaciones del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP). Por otro lado Estados Unidos y la Unión Europea continúan trabajando para finalizar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre ambas partes (TTIP).  A esto hay que sumar  el TLC entre Canadá y la Unión Europea (CETA) y la gran cantidad de acuerdos bilaterales de comercio e inversión (TLCs y TBIs), además del Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA). Todo indica a que los meses posteriores determinarán si el actual régimen de libre comercio e inversión puede consolidarse como un régimen global en base a todos estos acuerdos regionales y bilaterales, o fracasar una vez más por la acción del movimiento social.

Este artículo tiene la finalidad de contribuir al pensamiento estratégico del movimiento en las luchas actuales en contra de estos tratados y acuerdos, tanto en las Américas como en Europa y alrededor del mundo.

EL ALCA, un proyecto anexionista

El ALCA o Área de Libre Comercio de las Américas, fue un proyecto propuesto en la primera Cumbre de las Américas realizada en Miami, Estados Unidos, en diciembre de 1994. En la declaración de principios de esta Cumbre los presidentes concluyeron de forma unánime que “una clave para la prosperidad es el comercio sin barreras, sin subsidios, sin prácticas desleales y con un creciente flujo de inversiones productivas”. Decidieron entonces comenzar negociaciones para que el ALCA fuera una realidad el año 2005.

Este ambicioso proyecto en el que participaron todos los países (34) del continente Americano, a excepción de Cuba, en realidad fue concebido como una extensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte – TLCAN, que entró en vigor en enero de  1994. Con un mercado de 800 millones de personas y un PIB de 11,5 mil millones de dólares, el 40% del total mundial de ese entonces, el ALCA pretendía constituirse en la mayor  zona de libre comercio del mundo.

Sin embargo, este proyecto, impulsado en pleno auge del neoliberalismo, fue truncado por el cuestionamiento de un actor clave al cual se intentó relegar desde el principio – la sociedad civil organizada.

Como en todo acuerdo comercial, las propuestas y borradores negociados en el ALCA fueron secretos y por tanto restringidos al público. No obstante, las organizaciones sociales fueron capaces de conseguirlos, analizarlos y hacerlos públicos[1]. Demostraron que no se trataba solamente de un acuerdo comercial, pues se reveló que el proyecto ponía en riesgo la soberanía económica de la mayoría de los países de la región, la seguridad y soberanía alimentaria, el acceso público al agua y a los servicios básicos, a los medicamentos y al conocimiento, además de imponer reglas perversas a muchos otros asuntos sensibles para la población, entre otros aspectos.

Uno de los hallazgos más importantes fue sin duda el que evidenció que el capítulo de inversiones del ALCA, al igual que el capítulo 11 del TLCAN,  otorgaba una serie de derechos y protecciones a los inversionistas extranjeros a través del infame Mecanismo de Solución de Controversias Inversor-Estado (ISDS), que como bien sabemos permite a las corporaciones saltarse las leyes nacionales y demandar a los países directamente en tribunales internacionales cuando sientan que sus inversiones están siendo afectadas por alguna acción gubernamental. Las organizaciones sociales concluyeron entonces que esto representaba un ataque a la soberanía y a la democracia, un elemento que contribuyó  a catalizar el rechazo al ALCA y el convencimiento popular de que éste no era un acuerdo comercial ni de integración destinado al bien común, sino un proyecto hegemónico de expansión de los intereses comerciales y corporativos de Estados Unidos hacia los países del Sur. Un proyecto de anexión de un inmenso mercado de consumidores y una fuente de recursos naturales para la economía estadounidense.

Finalmente, después de varios años de intensa campaña, el ALCA fue sepultada en la V Cumbre de las Américas llevada a cabo en Mar del Plata, Argentina, el año 2005, justo el año en el que debía inaugurarse.

¿Cómo fue posible derrotar al ALCA? – Lecciones de la campaña

No cabe duda que las campañas y victorias en las luchas sociales tratan más de un arte que de una ciencia. Es un baile creativo y constante entre la planificación estratégica y la adaptación a las circunstancias cambiantes. Pues no fue diferente en la campaña contra el ALCA.

En los siguientes párrafos nuestros entrevistados y entrevistada identifican algunos elementos clave que permitieron derrotar al proyecto del ALCA hace ya 10 años: La construcción de un movimiento diverso y unido en torno a un objetivo común; la capacidad de hacer análisis serios traducidos en mensajes claros  y propuestas alternativas; y la capacidad de construir alianzas y sumar a la oposición al ALCA a gobiernos que fueron convencidos por los movimientos de los riesgos y efectos negativos de dicho proyecto.

1. La Alianza Social Continental – La Base de la Organización de la Campaña

La plataforma común bajo la cual se organizó el movimiento de lucha contra el ALCA fue la Alianza Social Continental – ASC. Surgida a finales de los 90, la Alianza fue producto “de la lucha en contra de la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas”. Alimentada por la lucha en contra del TLCAN en América del Norte, la Alianza “tuvo la virtud de representar una coalición pluralista, anti-neoliberal y anti-imperialista, con participación de diversos sectores sociales (indígenas, campesinos, sindicatos, estudiantes, mujeres, etc.) y corrientes progresistas nucleadas en diversas organizaciones no gubernamentales, redes temáticas y sectoriales etc.”.

Si bien nuestros entrevistados y entrevistada dejan en claro que la Alianza no reclamaba ser el centro ni la instancia única de lucha en contra del ALCA, todos coinciden en que esta plataforma sí pudo lograr la unidad continental en torno a un objetivo común. Como dice Paulina Muñoz, “éste fue verdaderamente un movimiento hemisférico que pudo articular, desde todos los países involucrados, una lucha conjunta con un objetivo conjunto”.

Alberto Arroyo concuerda con Paulina y señala que efectivamente “se logró la unidad prácticamente total”. Si bien reconoce que había diferencias internas, afirma que éstas se fueron limando en base a la discusión abierta, lo que permitía superar las diferencias y actuar a partir de acuerdos y coincidencias entre las diferentes organizaciones de los diferentes países. En sus palabras, “había un principio básico, de que en lo que estábamos de acuerdo lo hacíamos juntos y en lo demás la discusión se mantenía abierta. Eso nos permitía ser eficaces en la lucha y no perdernos en discusiones a veces secundarias en las que no había acuerdos, y concentrarnos en lo que sí había acuerdos. Al no inhibir la discusión íbamos llegando a un consenso”.

Enrique Daza también destaca la unidad como un factor clave en la derrota del ALCA y la capacidad de las organizaciones de cohesionarse bajo una sola bandera. Para Enrique, la Alianza Social Continental “fue el producto de una confluencia entre sectores muy heterogéneos y con diferentes posiciones… en donde lo principal fue el hecho de que diversos matices confluyan en una lucha común”.

En ese sentido, fueron muchas las actividades que realizó la ASC durante la campaña. Sin duda una de las más importantes fueron las Cumbres de los Pueblos, que coincidían con las rondas de negociaciones del ALCA. De acuerdo a Enrique esto marcaba de alguna manera la agenda del movimiento y le obligaba a tener una agenda y un lenguaje común. Además de ser los espacios en donde se discutía abiertamente los temas, las Cumbres fueron los espacios en donde se llegaban a acuerdos y se definían las líneas estratégicas de lucha. Éstos eran los momentos cuando las calles de las ciudades en donde se las realizaba se llenaban de debate y color, y en donde se interactuaba y discutía con la gente las formas en que el ALCA iba a afectar sus vidas.

2. Análisis Serios, Mensajes Claros  y Propuestas Alternativas

El segundo aspecto clave en la victoria en contra del ALCA según nuestros entrevistados y entrevistada, fue la capacidad de hacer análisis serios y traducirlos en mensajes claros y propuestas alternativas.

En criterio de Alberto “la postura del No ganó porque se convenció a la gente, no se trataba de que alguien impusiera su postura”. Paulina destaca en este proceso “la capacidad de haber podido hacer un análisis serio, técnico y profesional de las implicaciones que tienen este tipo de tratados en acuerdos ya firmados, lo que le dio fuerza y un valor agregado al movimiento, pues no solamente se trata de hacer una oposición ideológica, sino asumir a fondo y en profundidad las implicaciones de este tratado”.  Esta fue la base para que la Alianza pudiera construir mensajes claros y convincentes que lograron sumar más gente al movimiento.

A partir de ello, también se construyeron algunas consignas que identificaron las ideas  movimiento.  Entre las más están el «No al ALCA!! Sí a la Vida!! Otra América es Posible!!, que figuraban en todos los espacios en donde la creatividad permitía, desde las pancartas exhibidas en las manifestaciones, hasta los botones, sombreros y panfletos que se repartían en las calles.  Como recuerda Enrique respecto a la consigna de No ALCA, “yo pienso que la utilización de ese símbolo a nivel internacional fue importante y prácticamente se logró crear ante la población la idea de que eso era una cosa negativa… y estamos hablando de un momento en el cual no existían, por ejemplo, las redes sociales y demás herramientas actuales”.

También hay que destacar la capacidad de la Alianza para construir propuestas, pues como lo describen sus mismos documentos, el movimiento nunca se opuso a la integración de la región, pero sí consideraban que cualquier forma de integración económica entre nuestras naciones debía servir primero y sobre todo para promover el desarrollo equitativo y sustentable de todos nuestros pueblos. Esa fue la visión general de la propuesta “Alternativas para las Américas”, una propuesta alternativa al modelo de integración dominante de las corporaciones  y del neoliberalismo plasmado en el ALCA, y cuyos principios fundamentales fueron la Democracia y participación; la soberanía y el bienestar social; la equidad y la reducción de las desigualdades; y la sustentabilidad.  Esta propuesta fue muy importante no solamente por su contenido, sino porque fue construida con una gran participación  y se siguió enriqueciendo al calor de la lucha.

Finalmente es necesario destacar el rol de la oposición ideológica y la conciencia acerca de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, aspectos que, como bien señala Paulina Muñoz, contribuyeron a la movilización de los diversos grupos en la campaña. No hay que olvidar que la región se encontraba en un contexto caracterizado por el Consenso de Washington, con una sociedad todavía impactada por los programas de ajuste estructural. Además varios países todavía se encontraban en un proceso de reconstrucción de su democracia después de largos periodos de gobiernos militares apoyados por Estados Unidos.  El simbolismo de estos hechos no pasó desapercibido en la lucha contra el ALCA. Como dice Paulina, “el movimiento social, sobre todo las juventudes, tenían muy claro en el imaginario lo que significaba Estados Unidos. Había una conciencia antiimperialista muy clara y fue importante unirnos y articularnos a partir de eso”.  Para Enrique esto se vio alimentado por “la arrogancia y prepotencia de Estados Unidos que causó inclusive que algunos de los países que estaban bajo su influencia no quisieran firmarlo”.

3. Alianzas con los gobiernos convencidos de los riesgos del ALCA

En esta sección nuestros entrevistados y entrevistada nos hablan de la alianza con los diferentes gobiernos de izquierda o progresistas de esa época, cada uno con sus diferentes matices.

En opinión de Enrique Daza, la victoria en gran medida fue posible gracias a esta “confluencia  de la acción de los movimientos sociales con gobiernos de izquierda que estaban en un buen momento”. Sin embargo, Enrique, Paulina y Alberto coinciden en que pese a estas alianzas, fueron los movimientos sociales los que durante mucho tiempo lucharon solos en contra del ALCA y que fueron éstos los que finalmente influyeron en las posturas de los diferentes gobiernos aliados, que en última instancia son producto de estas y otras luchas a nivel continental. En palabras de Alberto, “muchas veces se asume que fueron los gobiernos progresistas los que derrotaron al ALCA… pero la verdad es que fueron los movimientos los que lograron llevar al poder a estos gobiernos y luego incidieron para que éstos vean la gravedad del rumbo que llevaban las negociaciones. Por supuesto, una vez que se logra esta alianza las posibilidades de avanzar hacia la derrota del ALCA crecieron enormemente, y esto fue un aspecto sin duda determinante para alcanzar la victoria”.

Cuando los presidentes del continente se reunieron en la V Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina, en Noviembre de 2005, ya sabían que era el fin del ALCA, un ALCA que había llegado moribundo y prácticamente sin vida a esta reunión[2].  A pesar del intento del presidente de Estados Unidos de resucitar el proyecto, no fue posible hacerlo, pues existía un rechazo mayoritario que finalmente declaró su muerte formal. El movimiento social, que también se encontraba en Mar del Plata celebrando una nueva Cumbre de los Pueblos, sabía en ese momento que había obtenido una gran victoria en contra del modelo y lo festejó tomando las calles de la ciudad con la población.

Contraofensiva del sistema en la región, divide y vencerás

No se tuvo que esperar mucho para entender y ver en acción la nueva estrategia que las corporaciones y los gobiernos pro-libre comercio habían diseñado para expandir sus intereses en la región, probablemente anticipando la derrota del ALCA.

En ese sentido, cuando el ALCA se encontraba agonizando, Estados Unidos ya había firmado un Tratado de Libre Comercio – TLC  con Chile, que entró en vigor el año 2004. Posteriormente, desde el 2003, Estados Unidos y Centro América emprendieron negociaciones para firmar el futuroTratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana – DR-CAFTA, que tardó hasta el 2012 en ser ratificado por todos los países involucrados.  Luego intenta negociar infructuosamente un TLC con la Comunidad Andina (Venezuela, Bolivia y Ecuador se salen de las negociaciones) y termina firmando TLC’s solamente con Perú y Colombia, que entraron en vigor el año 2009 y 2012 respectivamente. Estados Unidos también intenta negociar con el MERCOSUR, pero ni siquiera logró sentarlos en la mesa.  Finalmente firma un TLC con Panamá, que entró en vigor el 2012.

Sabiendo que esta estrategia daba algunos resultados, el gobierno de Estados Unidos fue por más, esta vez  impulsando un acuerdo que trasciende las fronteras continentales y que incluye a tres países latinoamericanos, México, Perú y Chile. Se trata del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico– TPP, en donde también participan Australia, Brunéi, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Estados Unidos, Canadá, y, como ya lo mencionamos, México, Chile y Perú. Estos tres últimos conforman junto a Colombia la Alianza del Pacifico, un bloque que promueve el libre comercio en la región, en contraposición, como señala Enrique Daza, a las propuestas de los países del bloque Atlántico agrupados en el Mercado Común del Sur – MERCOSUR, del que forman parte Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y recientemente Venezuela y Bolivia.

Pero el TPP no ha sido la única iniciativa que trasciende las fronteras continentales, ni Estados Unidos la única potencia interesada en expandir los intereses de sus corporaciones en Latinoamérica. Y es aquí donde la Unión Europea entra en juego. Este bloque también ha intentado negociar TLC’s con países de la región, y al igual que Estados Unidos, ha cosechado triunfos y fracasos. Entre las iniciativas más importantes están el TLC firmado con México el año 2000 y los TLC’s con Colombia y Perú (en vigor desde el 2013), luego del fallido intento de negociar un TLC conjunto con la Comunidad Andina de Naciones –CAN.

El bloque Europeo también intenta negociar un TLC con el Mercosur, aunque todavía sin éxito.  Sin embargo, lo que más ha llamado la atención de todo este proceso es que el gobierno de Ecuador, que había sido muy crítico del libre comercio, finalmente accedió a sumarse al TLC con la Unión Europea, suscrito por Colombia y Perú, hecho que ha generado cuestionamientos y movilización social interna en ese país.

A todas estas iniciativas se suma por supuesto la inmensa red de Tratados Bilaterales de Inversión (TBI’s) y otros acuerdos similares, que a partir del nuevo milenio se fueron multiplicando hasta superar los 3000, según la UNCTAD, y del que la gran mayoría de países de la región forman parte. Como bien sabemos, estos acuerdos también les otorgan excesivos derechos y protecciones a las corporaciones de la misma forma que lo hacen los capítulos de inversión de los Tratados de Libre Comercio.

Ante este panorama de aparente retroceso, nos preguntamos  ¿Qué pasó con el movimiento social y la fuerza que hace tan sólo algunos años derrotó al ALCA?

Evaluación general y lecciones del proceso post-ALCA

Hay tres elementos que nuestros entrevistados y entrevistada identifican de forma autocrítica para explicar este retroceso: La dinámica del poder corporativo; la incapacidad del movimiento social para mantener la unidad y su relativa autonomía frente a los gobiernos llamados progresistas; y la falta de preparación de este movimiento para sus momentos de reflujo en el marco de una real correlación de fuerzas.

Antes que nada Alberto Arroyo hace notar que estos triunfos del libre comercio, si bien sucedieron, no fueron totales, pero también nos alerta de un segundo punto de quiebre que podría complicar aún más las cosas.

En sus palabras, “ni EE.UU. ni Europa lograron en principio TLCs más que los países con gobiernos absolutamente neoliberales, en Centro América, Chile, Perú y Colombia. Pero no se logra hacer lo mismo con los países en donde los movimientos fueron más fuertes y en donde existían alianzas con los gobiernos en la lucha contra el ALCA, como en Venezuela y los países del Mercosur. Tampoco logran TLCs con los nuevos  gobiernos de Bolivia y Ecuador, que también fueron el resultado de las luchas sociales (Evo Morales asumió por primera vez la presidencia en 2006 y Rafael Correa en 2007).”

Pero Alberto también nos alerta, “Ahora bien, la situación ha cambiado porque Ecuador ya firmó un TLC con Europa y hay un peligroso acercamiento a Brasil, y con él al Mercosur, tanto de Europa como de EE.UU. Brasil, que era el único país de nuestro continente que no había firmado ningún acuerdo bilateral en materia de inversiones, recientemente negoció cuatro, incluido uno con México, que aún no ha sido ratificado.

Y continua, “Estamos entonces en una nueva ofensiva corporativa con el agravante de que incluso estos gobiernos que habían sido aliados de los movimientos sociales en la lucha contra el ALCA, hoy no muestran la misma firmeza o incluso empiezan a tener una postura distinta”.

Según Alberto esto se explica en parte por el “inmenso poder de las corporaciones (que) fueron creando situaciones económicas que generaron una percepción (desde nuestro punto de vista equivocada) en algunos gobiernos de que no era posible mantenerse aislado de todo ese proceso”, pero también por la dispersión y debilitamiento de los movimientos.

Enrique Daza por su parte considera que el avance corporativo fue lento pero constante. En su criterio, “ellos tienen una agenda que no es maximalista, en sentido de que sí plantean un todo, pero también están dispuestos a dar pasos graduales e ir implementando su política poco a poco… la agenda multinacional es una cosa que va acumulando avances”.

Dada esta situación, Paulina Muñoz sugiere ir más allá en el análisis y “mostrar que este tipo de acuerdos responden a una pretensión de hegemonía global de los intereses económicos de las transnacionales”.

En esa misma línea, Alberto dice que efectivamente ésta “es una postura equivocada de estos gobiernos, pero debemos tratar de ver el asunto como un proceso político de poder, y no tanto como un asunto particular de los gobernantes. Las corporaciones se han ido imponiendo, y lo hicieron en un momento de debilidad del movimiento… realmente el poder global espera mejores momentos para volver a intentarlo todo”.

Este último criterio respecto a la debilidad del movimiento social que cita Alberto, se relaciona directamente con el segundo aspecto de esta evaluación: la falta de autonomía del movimiento frente a los gobiernos de izquierda como un factor clave en la posterior contraofensiva del sistema.

Alberto Arroyo comienza señalando que por supuesto la situación de cada país y su respectivo gobierno fue diferente, y aunque la ASC los apoyó a todos, no significaba que no se debiera ser crítico. En su opinión, “después de que se constituye el ALBA, la ASC mantuvo una postura de apoyo, pero eso no quería decir que no fuéramos críticos a las cosas que no veíamos correctas. Callarse para no debilitar a los gobiernos frente a la derecha fue un error. Porque al cabo de unos años lo que pasó fue que no se pudo continuar los procesos de cambio estructural que se esperaban en estos países. Fue bueno e incluso indispensable apoyarlos, pero perder la autonomía debilita al movimiento para la siguiente etapa de lucha. La lección es que hay que mantener la autonomía, que no significa necesariamente oposición, sino la capacidad de promover la profundización de los cambios sociales, porque finalmente los sujetos de los cambios son los pueblos, no los gobiernos”.

Paulina está de acuerdo con esta perspectiva y señala que “se ha producido una cooptación del movimiento a partir de su propio discurso y de sus propios símbolos, que da como resultado el debilitamiento del movimiento social”. Cita como ejemplo lo que suceden actualmente en Ecuador.

Enrique también comparte este criterio, pero también hace énfasis en el error de lectura del propio movimiento al creer que estará siempre en un buen momento, abordando de esta forma el tercer elemento de esta evaluación. En su perspectiva “el movimiento social tiene sus ciclos naturales, y hay momentos de auge y descenso, y en ese momento hubo la errónea creencia de que se iba a estar en un permanente auge y no se preparó desde ese auge la labor que se tenía que hacer para la época de reflujo del movimiento”.

Para Enrique, este error está en estrecha relación con una sobre estimación de la capacidad del mismo movimiento para enfrentar las siguientes etapas de transformación. Según esta perspectiva, “había el sentimiento generalizado en el movimiento social de que se podían hacer grandes transformaciones en forma rápida en América Latina. Yo pienso que en eso había un poco de subjetivismo, había una cierta sobre estimación de la fuerza, un reinado de optimismo. El movimiento en muchos países no tenía la solidez, no tenía la fortaleza necesaria para lograr más conquistas. También se pensaba que el proceso de transformación interna de los países podía ser más rápido, pero fue más difícil de lo que se pensaba, y la fuerza de la derecha inclusive en los países donde ganó la izquierda siguió siendo grande. Entonces no pienso que todo esto haya sido una derrota, sino una expresión de la realidad, de la correlación de fuerzas existente”. Un aspecto que junto a los ya analizados es fundamental si queremos revertir la expansión del sistema y ganar esta pulseta entre el poder corporativo y el movimiento social.

Reflexiones Finales – un Régimen Global, una Lucha Global

Hasta ahora hemos presentado algunas lecciones muy importantes de nuestros entrevistados y entrevistada con respecto a la victoria en contra del ALCA. Por supuesto existen muchas más lecciones y apreciaciones sobre esta victoria y lo que sucedió después.

Sin embargo, ahora quisiéramos presentar algunos otros pensamientos enfocados en los retos actuales a nivel regional y global.  Hablamos de la resistencia al Acuerdo Trans-Pacífico (TPP) en los diferentes países involucrados, y de la campaña de las organizaciones en Europa, Canadá y Estados Unidos en contra de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión  (TTIP) y del Tratado de Libre Comercio entre Canadá y la UE (CETA).  Por supuesto aquí también están involucrados el Acuerdo en Comercio de Servicios – TISA y los TLCs y TBIs de carácter bilateral.

Algo que es incuestionable es que estos grandes acuerdos interregionales y bilaterales combinados, representan una intención de escribir las reglas del régimen global de libre comercio e inversión del Siglo XXI. Estados Unidos y Europa están logrando construir por partes, país por país y región por región, aquello que no pudieron lograr con la Organización Mundial del Comercio – OMC ni con el fallido Acuerdo Multilateral sobre Inversiones en la década del 90[3].  Tan sólo con el TTIP y el TPP, Estados Unidos controlaría el 60% del PIB y el 75% del comercio mundial, por lo que estos acuerdos son prioritarios. En efecto, en un comentario reciente sobre cuán importante es el TPP para Estados Unidos, el presidente Barack Obama dijo que no podían permitir que países como China escriban las reglas del comercio mundial, develando la importancia global de dicho acuerdo.

Esta maniobra geoestratégica sin duda amenaza cualquier otro proceso de integración diferente, sobre todo en Latinoamérica, debido a que los demás países de la región y el mundo estarían fuertemente presionados a adherirse al régimen dominante.

Ante este panorama, presentamos algunas reflexiones finales que nos brindan nuestros entrevistados y entrevistada, siempre con el afán de aportar al pensamiento estratégico del movimiento regional y global. Veremos, por un lado, la importancia de reforzar el carácter global de la lucha, y por otro la necesidad permanente de reinvención del movimiento social.

La primera reflexión parte de la idea que plantea Enrique Daza, de que “todo este proceso de TLCs y TBIs constituyen en el fondo una gran conspiración de las empresas multinacionales que quieren volverse una especie de gobierno mundial que dirija el rumbo de la economía”. Por su parte Paulina Muñoz dice que es necesario llevar la crítica más allá de los tratados en sí y “mostrar que este tipo de acuerdos responde a una pretensión de hegemonía global de los intereses económicos de las transnacionales”. Todo esto nos lleva a la necesidad de concebir una lucha también global, porque como dice Alberto Arroyo, se trata de “una la lucha por una estructura internacional distinta”.

Ahora bien, para Paulina un factor clave para lograr ese objetivo está relacionado con el compromiso de todo el movimiento social mundial, independientemente de si un país está o no involucrado en este tipo de negociaciones. La idea incluso trasciende el concepto de solidaridad. En su criterio, “esto no se trata de apoyo o solidaridad, se trata de asumir la lucha de los pueblos en conjunto. Se trata de que tu lucha es mi lucha”.  Si esto sucediera, señala, la estrategia de las corporaciones de impulsar acuerdos bilaterales o regionales no tendría el éxito relativo que tiene ahora. Por ejemplo, nos referimos a la Unión Europea y los TLC’s firmados con Colombia y Perú, y ahora con Ecuador, que al ser el que más preocupación genera, nos alerta la aparición de un síntoma claro del retroceso del movimiento y el éxito del sistema. Es decir, se ha cruzado una línea roja.

En el caso concreto de la firma del TLC entre Ecuador y la UE, son notorios los problemas del movimiento. Uno de ellos, según Paulina, es que las organizaciones y la gente en Ecuador creyó por mucho tiempo que no habría TLCs en ese país, debido a que el gobierno había tenido siempre un discurso en contra de estos acuerdos, incluso desde la campaña electoral en donde el debate en torno a este tema fue fundamental, un aspecto que por supuesto contribuyó a la victoria electoral del actual gobierno. Entonces se podría decir que hubo una especie de desmovilización social y un viraje gubernamental que tomó por sorpresa al movimiento. Pero también hubo otros factores. En palabras de Paulina, “para nosotros fue difícil posicionar nuestra postura acerca del TLC con Europa en Ecuador, porque, entre otros aspectos, Europa mostraba una imagen de supuesto humanismo, de protectora de la naturaleza, etc. Demostrar que Europa estaba siendo tan agresiva como Estados Unidos con su proyecto ha sido muy difícil”, sobre todo (a diferencia del proceso anterior) por el insuficiente apoyo de los movimientos sociales del resto de los países en ambos lados del Atlántico, que al igual que el movimiento social ecuatoriano, eran incrédulos ante la inminente adhesión de Ecuador al tratado de Colombia y Perú. Por eso, señala, es necesario posicionar el tema a nivel internacional, más allá de nuestras fronteras continentales. Entender que para vencer a un sistema global que se expande simultáneamente en ambos lados del Atlántico y de norte a sur, es necesario también actuar simultáneamente en ambos lados del Atlántico, de norte a sur.

Otro ejemplo de la necesidad de actuar a nivel global y que en este caso ofrece un nuevo nicho de acción, tiene que ver con las supuestas preocupaciones de esferas oficiales en Europa sobre los peligros del Mecanismo de Solución de Controversias Inversor-Estado (ISDS), incluyendo al gobierno de Alemania, y que son producto de las campañas transatlánticas en contra del TTIP y CETA, pero también de la vivencia en carne propia de los gobiernos en esa región que saben lo que el sistema es capaz de hacer. No hay que olvidar que casi la mitad de los nuevos casos ISDS en 2013 fueron en contra de países de la Unión Europea y que si el TTIP es firmado, incluyendo el ISDS, todas las inversiones y corporaciones estadounidenses en suelo Europeo (47,000 empresas) tendrían luz verde para demandar a cualquier país si sienten que son afectados sus intereses. Actualmente, solamente el 8% de las corporaciones estadounidenses cuentan con esa protección debido a la existencia de Acuerdos Bilaterales entre algunos países de la Unión –sobre todo de Europa del Este- con los Estados Unidos.

Ante esta continua presión, las Comisión Europea ha planteado algunas reformas al sistema que cambiarían ciertos procedimientos. Sin embargo, estas propuestas ya han sido criticadas por organizaciones sociales europeas que indican que estas reformas no cambian el espíritu del sistema, que es el privilegio que se da a las corporaciones para saltarse los tribunales y las leyes nacionales cuando se sientan afectadas.

En referencia a este ejemplo podemos decir que, por un lado, está bien que el mecanismo ISDS sea cuestionado de alguna manera por esferas oficiales y gubernamentales, y que incluso se plantee su reforma, pero por otro lado, jamás podríamos esperar un mínimo de coherencia en el que el gobierno de Alemania o la Comisión Europea propongan reformas al mecanismo ISDS, por más superficiales que parezcan. Esto no cambiará en los Tratados que Europa ha firmado y/o busca firmar con los países de América Latina y otros países “subdesarrollados”. Por tanto es algo que el movimiento global y birregional debe tomar en sus manos, porque las instancias oficiales no lo harán. Pero nos preguntamos, ¿Por qué no lo harían? ¿Es un doble discurso de estos gobiernos?  Enrique Daza dice que No. “Yo no lo llamaría un doble discurso. Ellos están defendiendo los intereses de sus empresas. Las defienden en su mercado propio y las defienden en las conquistas de los mercados exteriores. Entonces no quieren que les apliquen a ellos lo que ellos le están aplicando a América Latina, y eso es comprensible desde el punto de vista de sus intereses empresariales”.

Alberto Arroyo, en tono más sarcástico dice que en Europa entienden perfectamente de lo que se trata pero quieren tener esos derechos para sus corporaciones fuera de su territorio. En sus propias palabras, “es evidente que ellos no quieren un mecanismo tan leonino cuando se trata de aplicarse entre ellos. ‘Está bien (ellos dicen) para aplicárselo a los pobres países tercer-mundistas, pero no entre nosotros’. Es un descaro”.

Estas contradicciones y la doble moral flagrantes sobre la cuestión ISDS, por supuesto muestran la necesidad de globalizar aún más la lucha en contra el sistema. La movilización actual sobre este tema es una oportunidad importante para el movimiento global.

Por otro lado, si bien en América Latina existe resistencia a los antiguos y nuevos acuerdos comerciales que se negocian, gran parte de la energía del movimiento también se enfoca en la lucha para hacer frente a los casos de arbitraje internacional. Es decir, a las demandas de las corporaciones en contra de los países de la región bajo el mecanismo ISDS, que a menudo implica a organizaciones que resisten las industrias extractivas, la contaminación ambiental y la criminalización de la protesta social.

Indagar la forma en que estas luchas caso por caso bajo el mecanismo ISDS y el movimiento internacional pueden apoyarse mutuamente, es un reto importante que continuará en el futuro. Otro reto similar es el de informar y movilizar con efectividad a toda la gama de grupos que trabajan temas específicos y que son afectados por el mecanismo ISDS (grupos de salud pública, en contra del tabaquismo, por el agua, la soberanía alimentaria, en contra del Fracking, cambio climático, etc.).

Esto nos lleva a la reflexión final hecha por nuestros entrevistados acerca de la necesidad de repensar y reinventar constantemente el movimiento.

En el caso del movimiento en las Américas, entre otros aspectos, nuestros entrevistados sugieren que sería un error pensar en que se puede repetir la experiencia de la Alianza Social Continental, que fue lo mejor que se logró en una época que hoy es distinta. En palabras de Alberto Arroyo, el movimiento ha cambiado y debemos dialogar con ese movimiento nuevo tanto en América como en Europa y el mundo, con “todos esos movimientos nuevos con una cultura y formación política distinta… con una cultura organizativa y formas de luchas muy novedosas, muy propias de gente mucho más joven, que no viene de una cultura organizativa de los viejos partidos o movimientos tradicionales. Ellos tienen una fuerza increíble, una creatividad increíble, manejo de redes sociales, el uso eficiente de Twitter, de los medios electrónicos que lograron cosas muy interesantes. Entonces el reto para todos nosotros es cómo aprendemos de esta cultura y a la vez aportar nuestra experiencia y años de lucha, es decir es de un diálogo intergeneracional de lo que saldrá las nuevas estrategias y formas organizativas unitarias para enfrentar globalmente a un sistema que ya es global”.

En el caso de Europa, recientemente presenciamos un movimiento fortalecido en las luchas actuales en contra del régimen. A principios de Octubre fuimos testigos de la Semana Internacional de Acción en contra los TLCs – comenzando con la presentación de más de 3,3 millones de firmas en oposición a TTIP y otros acuerdos de libre comercio, terminando con las movilizaciones populares en todo el continente, incluyendo una marcha de 250.000 personas en las calles de Berlín a una masiva manifestación anti-TTIP. Los ciudadanos europeos están diciendo claramente que no van a esperar sentados a que el régimen de comercio e inversión se expanda.

Evidentemente en estas reflexiones hay más preguntas que respuestas, ya que no existe una receta ni un código a seguir. Responder a esas preguntas dependerá entonces de profundos y largos procesos de reflexión y construcción creativa y permanente del movimiento global  partir de las luchas locales y regionales, como ya sucede en algunos casos. Detrás de estos procesos de reinvención se construirán las nuevas formas de integración y de relacionamiento, basados en los principios universales de democracia, participación, soberanía, bienestar social, equidad y sostenibilidad que plantea la Alianza Social Continental.

Mientras tanto por supuesto, las lecciones de nuestras victorias pasadas nos proporcionan señales valiosas para las futuras victorias.

– Aldo OrellanaLópez y Thomas Mc Donagh son investigadores en el Centro para la Democracia en Cochabamba, Bolivia.

 

[2] Alberto Arroyo nos recuerda el proceso de la muerte lenta del ALCA comenzando en noviembre de 2002, en la reunión ministerial de negociación realizada en Quito, Ecuador, en donde ya se muestran serias divergencias entre los gobiernos y se estancan las negociaciones. En la siguiente reunión ministerial realizada en Miami en noviembre de 2003, hay una gran cumbre social paralela y se presentan los resultados de la consulta continental sobre el ALCA que reflejaba un No rotundo. Estados Unidos se ve obligado a reconocer que no hay consenso hay consenso entre los gobiernos para el proyecto ambicioso del ALCA y propone acordar a la brevedad un ALCA mínimo en el que haya consenso general, para luego continuar con los países que quieran seguir negociando el ALCA ambicioso originalmente planteado. Era el reconocimiento de la derrota y un cambio de estrategia. Luego se cita a una reunión ministerial extraordinaria para finales de Enero de 2003 a realizarse en Monterrey, México. En dicha reunión extraordinaria no se pueden llegar a acuerdos, ni siquiera respecto de este AlCA mínimo.  Entre principios de 2003 y la Cumbre de las Américas en Mar del Plata de noviembre de 2005, no hay reuniones formales de negociación, pero sí un amplio despliegue diplomático de Estados Unidos, país por país, pero no se logra destrabar el estancamiento de las negociaciones. Ya no hay consenso.

[3] Ver: TTIP ¿por qué el resto del mundo se debería de preocupar? Por Manuel Pérez-Rocha (Institute for Policy Studies).

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