Trescientas millas al Sur de Lesbos, en el Dodecaneso, existe una islote llamado Farmakonisi. Los griegos antiguos lo bautizaron así, por las plantas medicinales que en él recolectaban.
Los pescadores lo llaman “la madre pobre”, porque dicen que siempre tiene algo que ofrecerte. Para los refugiados, que huyen de la guerra, supone unas veces la oportunidad de escapar del horror, otras simplemente, el lugar donde morirán; una tumba en el Egeo.
El Noviembre pasado, Médicos Sin Fronteras, mandó cuatro tripulaciones y dos embarcaciones neumáticas hacia allí. Yo pasé dos meses con ellos, y lo que allí vi, nunca más lo olvidaré.
La mañana del 23 de Noviembre llegábamos a la pequeña isla de Leros. La que había de ser nuestra base, 15 millas al sur de Farmakonisi. Las campanas tocaban a muertos en el puerto de Agya Marina, mientras el Hellenic Coast Guard desembarcaba 12 cadáveres en el muelle. La gente , la mayoría mujeres, bajaban al puerto en silencio. Sus caras y su actitud demostraban un profundo respeto por las personas que aquella noche habían perdido la vida intentando llegar a Europa.
La ruta que cruza el Dodecaneso es antigua y de sobras conocida por los traficantes de personas. Menos utilizada que la de Lesbos, es mucho más peligrosa, debido al fuerte viento que siempre sopla en la zona. Casi siempre del Norte, en verano lo llaman Meltemi y en invierno Boreas.
Una noche, alrededor de las 2 de la mañana, recibimos nuestra primera llamada desde el Coast Guard: dos botes con 40 personas habían naufragado al N de Farmakonisi, y no daban abasto sacando gente de la mar.
Salimos como alma que pilla el diablo, con fuerza 6 y encapillando todas las olas del Mediterráneo, pero aún así, tardamos casi una hora en hacer 15 millas.
Para cuando llegamos, sólo quedaban a flote los cadáveres de aquellos a los que no habían podido rescatar.
Pasamos toda la noche buscando supervivientes, pero sólo encontramos muertos. Cadáveres de niños, y mujeres flotando, con sus bebés aún pegados al cuerpo con cinta adhesiva.
…pero no todas las emergencias tuvieron finales tan dramáticos. Y los rescates buenos compensaron, casi siempre, los que acababan mal. Rescatamos cientos de personas y, entre ellas, muchos niños. Pero, aún así, 9 de cada 12 ahogados fueron criaturas.
Cuando llegamos en Noviembre, parecíamos tiernos boy scouts. Cuando regresamos a casa, nuestras caras reflejaban el cansancio y la gravedad que antes vimos en los griegos.
Las campanas tocan a muertos cada día en el Egeo. Grecia, sumida en la crisis, aún es capaz de demostrar su compasión.
… y Europa?