México es un país de seísmos. Entre los recientes, el más recordado es el de 1985, que afectó al este del país y especialmente a la capital. Precisamente en esa década se forjó la política más reciente del PRI, partido actual de gobierno. Ahora, en los últimos meses, se han venido reagrupando fuerzas suficientes alrededor de la oposición a la reforma educativa impulsada de manera exprés por el actual presidente, Enrique Peña Nieto. Las suficientes como para causar un estallido social de gran magnitud tras la matanza de Nochixtlán (Oaxaca) y la respuesta de los diversos sectores sociales.
El vínculo reciente de la lucha magisterial con grandes insurrecciones populares lo marcan la relación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con el levantamiento en Oaxaca de 2006. En el logo de la CNTE aparecen cuatro retratos de profesores. Tres de ellos son personajes importantes de la lucha armada guerrillera de los últimos 50 años en México: Arturo Gámiz, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Al otro, Misael Nuñez Acosta, ni siquiera le dio tiempo porque fue asesinado poco después de fundar la organización democrática.
Este espíritu de lucha se ha mantenido en los 36 años de historia de la organización, que realiza un esfuerzo constante por la democratización de su hermano institucional (y corrupto) el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). El conflicto en Oaxaca en el año 2006 comenzó como una movilización magisterial de la Sección 22 de la CNTE que devino en la APPO y la Comuna de Oaxaca.
Política represiva
“México, más que un país de leyes, es un país de políticos”, afirmaba un profesor en declaraciones a Diagonal. La reforma educativa que provocó estas luchas es, en realidad, una reforma constitucional. Los maestros la califican de contrarreforma, o de reforma laboral que vuelca principalmente la responsabilidad sobre las familias y profesores. Las primeras podrían ser responsables de mantener las instalaciones. Los maestros denuncian que impone la tecnificación a través de evaluaciones periódicas, que da entrada a la iniciativa privada en la educación pública y obvia la diversidad cultural y los profundos problemas de un país con seis millones de analfabetos.
El otro vínculo con la situación actual es el grito por la vida del pueblo de México tras los sucesos de Ayotzinapa: el ataque del 26 y 27 de septiembre de 2014 contra estudiantes de la Escuela Normal Rural que incluyó la desaparición de 43 estudiantes y la muerte de tres. Esta fecha ya forma parte de una larga serie de represiones contra estudiantes de las normales rurales, en la misma lógica del Gobierno por destruir la educación pública en México. En el contexto del movimiento magisterial, el pasado 19 de junio en Nochixtlan, en la región mixteca de Oaxaca, la Policía Federal asesinó a 11 personas e hirió a decenas en un desalojo violento de un corte de carretera en lo que fue calificado por diversas organizaciones como “ataque armado del Estado a la población civil”.
Hasta la fecha apenas hubo tímidos intentos de diálogo entre las máximas instancias del Gobierno y representantes de las maestras. El de Nochixtlan no era el primer choque. Tan sólo en los dos meses pasados, en Tamulté (Tabasco) y Tuxtla (Chiapas), se sucedieron respuestas represivas del Estado frente al movimiento de maestros. Para Gustavo Esteva, fundador de la Universidad de la Tierra de Oaxaca, “estamos ante una perspectiva muy fea de choque. El Gobierno no puede aceptar el fracaso de la reforma educativa y la CNTE no puede rendirse”. En una dirección similar apuntaba una de las maestras: “La situación está llegando a ahorcarse”.
Resistencias y bloqueo
De esta forma de imponer las reformas neoliberales por parte del actual Gobierno están surgiendo articulaciones entre movimientos que no se daban hacía años en México. “La gente sale a las calles cobijando a los maestros, pero al mismo tiempo convirtiendo la calle en el único foro de diálogo”, explicaba un maestro a Radio Zapatista. De esa fortaleza y siguiendo una táctica de lucha histórica de la CNTE, el Estado de Chiapas fue viendo crecer más de una docena de cortes de carreteras. En la entrada de San Cristóbal de las Casas (en la autopista internacional), el bloqueo comenzó el 28 de junio con unas 3.000 personas.
El ejemplo de Chiapas ilustra la extensión y ampliación del movimiento conforme a la profundidad y lo estructural de las reformas. Este territorio es espejo de otros lugares donde también se ha dado una articulación extensa con el movimiento de trabajadores de la salud –también afectado directamente por las reformas–, acompañado de padres y madres, movimientos vecinales, alumnas, profesores jubilados, pueblo creyente, asociaciones de conductores y otros sectores que han manifestado apoyo a esta lucha creando un cinturón de seguridad que duraba hasta el cierre de esta edición. Chiapas, que vio nacer a la CNTE allá por 1979, podría estar reflejando el nacimiento de otro movimiento popular nacional contra la profundización del neoliberalismo en México. Los y las zapatistas así lo han entendido en su último comunicado (“Lecciones de junio”), donde suspenden su convocatoria de artes para apoyar al magisterio. Va para largo, la lucha sigue.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/30921-mexico-seismo-movilizacion.html