Afrin no ha caído. Afrin ha sido abandonada a su suerte por los gobiernos de eso que llaman “comunidad internacional”.
El silencio cómplice de los grupos gobernantes de la UE, los EE.UU, Rusia, y otros influyentes países del Medio Oriente ha permitido que las fuerzas del Ejército turco, el segundo en importancia numérica de la OTAN, con la probada colaboración de numerosos militantes del Estado Islámico, masacraran a la población civil de Afrin. Una comunidad que está demostrando al mundo lo qué significa democracia directa, desde la base, participativa, y como se puede llevar adelante una verdadera revolución de género.
Turquía necesitaba destruir esa realidad, contener el peligroso y contagioso virus que se llama libertad. Una libertad ni importada ni impuesta sino autóctona, esa que nace desde profundos sentimientos humanos. La “comunidad internacional”, la Unión Europea, la ONU han guardado silencio, un silencio teñido de rojo sangre, un silencio miserable repleto de intereses espurios y cálculos geoestratégicos. Y es ese silencio el que ha garantizado a Erdogan, y a sus aliados islámicos, la impunidad. En este macabro y retorcido juego de tronos que suelen llamar “geopolítica”, la Rusia de Putin ha preferido llegar a un acuerdo con el presidente turco, para exportar su gas al mundo vía Turquía.
En lugar de defender y apoyar lo que es un modelo para todo el mundo, una fórmula posible y democrática para sembrar una paz estable y sostenible para esta región sumida en la guerra interminable, la comunidad internacional ha preferido cerrar los ojos. Los poderosos mandatarios del mundo decidieron dar la espalda a esas dos niñas sonrientes, que nos regaron sus rostros inocentes, a pesar de las bombas y la destrucción que las rodeaban en Afrin. En sus inocencia nunca sospecharon que fuera posible que el mundo las ignorara, que las abandonaran a su suerte para dejarlas en manos de quienes quieren aplastar sus derechos y secuestrar sus sonrisa tras un negro y tupido velo.
Afrin no ha caído. Sus habitantes, su administración autónoma y libre, sus milicianos y milicianas han demostrado al mundo lo que significa tener sentido de responsabilidad y respetar el derecho a la vida. Ese valor que ningún Estado reconocido, ni ninguna proclamada democracia occidental han sido capaces de demostrar en estos 7 años de guerra en Siria.
Las Unidades de Defensa Popular de las YPG y YPJ decidieron evacuar a la población civil al mismo tiempo que ellos se replegaban. Una decisión motivada precisamente en el intento de evitar que el Ejército turco y sus aliados mercenarios del ISIS pudiesen continuar con la masacre de civiles.
Afrin no ha caído. La resistencia ha decidido re-adaptarse, como ha anunciado la Administración Autónoma del cantón. “Nuestra lucha contra la invasión estatal turca y las fuerzas oscuras, que utilizan el nombre de «Ejército Libre Sirio» continúa”, han dicho los co-presidentes añadiendo que “la guerra ha pasado a otra etapa con nuevas tácticas para evitar la masacre de civiles y asestar un golpe a los mercenarios. Nuestras fuerzas se despliegan por todas partes en Afrin e infligen un golpe al ejército turco invasor y a sus mercenarios en su propia base. Una declaración de victoria de Erdogan y sus socios no tiene ningún valor a los ojos de Turquía ni de la opinión pública mundial. Nuestras fuerzas serán una pesadilla para ellos. La resistencia de Afrin continuará hasta liberar cada centímetro y la gente de Afrin vuelva a sus hogares”.
Si la comunidad internacional de las instituciones ha guardado silencio, por el contrario en numerosas calles y plazas de Europa y del mundo, miles de hombres y mujeres han dicho alto y fuerte NO a esta masacre, NO al asesinato de la democracia participativa y verdadera. Afirmando su apoyo fraternal a esta revolución de género que miles de ciudadanas y ciudadanos en el Norte de Siria han hecho realidad.
Las instituciones democráticas de Afrin agradecen la solidaridad internacional con palabras afectuosas. Y hacen un llamamiento: “Les pedimos que continúen apoyando a nuestra gente contra las políticas genocidas y presionen para que nuestra gente regrese a casa y para que las fuerzas de invasión turca se vayan de Afrin”.
Afrin no ha caído. Afrin resiste. ¿Estará la comunidad internacional, y muy especialmente las fuerzas de izquierda, a la altura del urgente desafío de defender la libertad, la democracia directa y una revolución de género?