¿Sabía usted que el año que viene debe entrar en vigor un acuerdo comercial que abarcará una cuarta parte del PIB mundial? El JEFTA, aprobado a finales de año, fue redactado sin que la Comisión Europea recibiera a un solo sindicato u organización de pequeñas y medianas empresas.
Entre 2013 y diciembre de 2017 los negociadores europeos del Acuerdo de Libre Comercio Japón-UE (JEFTA, por sus siglas en inglés) han dado la espalda a las asociaciones de pequeñas y medianas empresas y a los sindicatos en las reuniones para preparar el tratado. Solo un 4% de los encuentros se produjeron con organizaciones de interés público como ONG, asociaciones de agricultores y grupos de consumidores. Han sido los lobbies quienes han copado casi nueve de cada diez encuentros con la Dirección General de Comercio de la Comisión Europea, según un informe del Observatorio de las Corporaciones Europeas (CEO) y Arbeiterkammer Wien.
Cinco lobbies han copado la mayor parte de esos encuentros: BusinessEurope, que representa los intereses de Telefónica, Repsol, Shell o Facebook; European Services Forum (Deutsche Bank, Orange); CEEV (grupos vinateros y de bebidas espirituosas); ACEA, del sector del automóvil o la patronal alemana BDI (multinacionales de la industria).
El Observatorio de las Corporaciones Europeas ha denunciado la parcialidad de estos encuentros: “Las grandes compañías están conduciendo las negociaciones, organizando las reglas para el comercio internacional de forma que maximicen sus beneficios”. Mientras, denuncia el activista de la campaña “No a los tratados de comercio e inversión”, Tom Kucharz “la salud pública, los intereses de las y los trabajadores, el mundo rural y el campesinado, la defensa medioambiental o las pequeñas y medianas empresas no tienen ninguna importancia para la Comisión Europea”.
Aunque la mayoría de las multinacionales españolas delegan en lobbies como BusinessEurope, algunas como el Santander no han renunciado al encuentro con líderes europeos. Según la base de datos de CEO, representantes del banco de Ana Patricia Botín tuvieron un encuentro personal con la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström el 12 de agosto de 2014. La ejecutiva también forma parte del selecto club que ha tenido acceso a los planes de la Comisión respecto al acuerdo con Japón.
UN ACUERDO ENCARRILADO
Las negociaciones del Jefta terminaron a finales de diciembre y la Comisión Europea pretende que el acuerdo entre en vigor en 2019, para lo que ha impulsado que el texto se apruebe sin pasar por los 30 parlamentos nacionales y regionales de la UE, dado que la Comisión Europea lo clasificó como un acuerdo de «competencia exclusiva» de la UE.
Se trata del acuerdo comercial más ambicioso firmado nunca por la Unión Europea: abarcará una cuarta parte del producto interno bruto mundial. Las partes europeas han señalado dos objetivos claros: la exportación agrícola y los capítulos de inversión financiera. Por su parte, Japón quiere reducir a cero los actuales aranceles para dos sectores: la automoción y los dispositivos electrónicos.
Además, explica a El Salto Lora Verheecke, de CEO, el primer ministro japonés Shinzō Abe busca con el acuerdo llevar a cabo un cambio radical de la política agraria del archipiélago gracias a los cambios en las leyes nacionales que los acuerdos comerciales favorecen, mediante la creación de un mecanismo de armonización reguladora en forma de foro y de consejos específicos.
Son “diálogos” relativos a elementos como la seguridad alimentaria, que pueden abrir las puertas a rebajas de los estándares en cuanto a pesticidas, aditivos alimentarios o a mayor presencia en las estanterías de los supermercados europeos de alimentos transgénicos, dada la alta presencia de organismos genéticamente modificados en la oferta alimentaria japonesa.
Veerhecke apunta también al capítulo de la inversión financiera, por la limitación que el Jefta supondrá a la capacidad de imponer nuevas reglas bancarias: “No se permitirá una nueva regulación” por parte de futuros gobiernos nacionales, explica esta investigadora. Kucharz añade que los lobbies tendrán la oportunidad, gracias al capítulo 18 del acuerdo, de intervenir en los borradores de proyectos de ley antes de que estos sean presentados a la opinión pública.
El tratado crearía por lo menos diez comités especiales (Artículo 22.3) entre los reguladores de la UE y Japón sobre asuntos que afectan las competencias nacionales: tales como contratación pública, agricultura, seguridad alimentaria, servicios, inversión, comercio electrónico, etc. “Por eso instamos a los miembros de Las Cortes y los parlamentos autonómicos a que inicien un debate público crítico sobre los impactos del tratado y reivindiquen su papel activo en el proceso de ratificación, antes de que sea demasiado tarde”, plantea Kucharz.
En plena crisis italiana y en el enfrentamiento con Washington por causa de los aranceles sobre el acero y aluminio, el cómodo camino que está transitando la comisaria de Comercio hacia la implantación exprés del Jefta evidencia el deseo de la UE de presentarse como líder del neoliberalismo a nivel mundial. Para Veerhecke y Kucharz hay una voluntad expresa de la administración estadounidense y de varios estados miembros de la UE, muy especialmente Alemania, de resucitar el frustrado acuerdo comercial con Estados Unidos (TTIP), para lo que el JEFTA es una manera de presionar a Donald Trump. En la misma línea, Japón quiere reintegrar a EE UU en el acuerdo transpacífico (TPP), del que se retiró en enero de 2017.