Ojalá fuera tan directo y sencillo explicar qué y quiénes somos apelando tan solo a la calidad moral de cuantas personas formamos hoy la CGT. No lo es, pero a buen seguro que uno de los argumentos que te han acercado a nosotros y nosotras o que han motivado tu curiosidad es la práctica que llevan a cabo quienes hoy constituimos la CGT.
Somos, la CGT, una organización de muchos años pero con un nombre todavía muy reciente. Pleitos de familia y decisiones judiciales nos privaron un día, allá por abril de 1989, de nuestras originales siglas, las de la CNT, aunque las sigamos llevando en el corazón y sigamos tratando de merecerlas con nuestra actuación y de colocarlas en el lugar que exigen los tiempos que vivimos.
Herederos y herederas por voluntad de una historia, no por ello pensamos que ésta haya de ser intocable. Todo lo contrario, se apolillaría si no tratáramos cada día de extraer de ella lo mejor y de adaptarla a lo que demanda la sociedad actual.
Lo primero que hemos de decir es que somos una organización de personas que tratan de cambiar una sociedad que no les gusta por desigual, injusta, autoritaria y, en las más de las veces, irracional. Para ello trabajamos en muy diversos campos de lo cotidiano, de lo sindical a todo lo que tenga que ver con lo social, luchando por reparar a cada instante las injusticias que nos rodean. Somos conscientes de la dificultad de la tarea de un cambio radical del actual estado de cosas, pero nos aprestamos a ello en la confianza en lo inmediato, en nuestras condiciones de vida y forma de cuantos participan en ella en un espíritu diferente, rebelde y transformador de cuanto sufrimos y de cuanto no creemos justo.
No somos las únicas personas dispuestas a cambiar las cosas a mejor. Nos diferencian de otras sobre todo los medios para lograrlo. Así, nuestro principio es la autonomía. La autonomía no es otra cosa que pensar y actuar conforme al criterio de que sólo actuando juntas con independencia absoluta, la clase trabajadora y cuantas personas se sienten explotadas podremos lograr algo. Se decía que la emancipación de los y las trabajadoras sería obra de ellas mismas o que, de lo contrario, no lo sería.
Esto que decimos significa muchas cosas. Una, que estamos al margen de partidos, poderes y doctrinas distintas de la que nos hemos dotado, y que no dependemos para nada de ninguno de ellos. Que cuanto hacemos responde a la suma de espíritus particulares de cada persona, y no a mandatos, imperativos o estrategias ajenas.
Pero otra cosa que significa es que nuestra voluntad es la de hacer las cosas por nosotros y nosotras mismas. Vivimos un mundo cada vez más organizado y cuadriculado, donde las posibilidades reales de la persona de hacer cuanto le pide una voluntad respetuosa con los derechos de las demás, es cada vez menor. Por eso instamos y estipulamos la participación de todas y cada una en la vida interna y externa de nuestra organización, en sus asambleas, en las luchas, en la responsabilidad a la hora de asumir tareas o cargos. Una organización que depende de las personas más listas, de las más entregadas, de las que más tiempo tienen o de las que trabajan a su servicio, es una organización muerta, sin posibilidades. Cada persona debe implicarse en la tarea de todas, en la medida de su disponibilidad, voluntad y entusiasmo. Pero lo que no se consigue por una misma o por la contribución a lo colectivo de una misma, de poco sirve. En la antigüedad decían también aquello de que “si hay pastores es sobre todo porque hay ovejas”, si hay una persona que manda es porque otras han abandonado la responsabilidad que tenían en la marcha de sus propios asuntos.
Si por encima de todo ponemos la libertad individual y la igualdad de cuantas personas componemos esta organización, no podemos sino hacer lo propio con las entidades que constituimos. La organización de abajo hacia arriba, el federalismo, es lo que nos caracteriza. Según ello, y en el terreno sindical, diversos niveles actúan con total autonomía y se coordinan entre sí para ser más eficaces. La afiliación se organiza primero en su sindicato que constituye el núcleo básico y soberano de la organización. Dentro del sindicato se forman las secciones sindicales que agrupan a la afiliación de una empresa o sector. Los sindicatos de una misma localidad constituyen la Federación de ese lugar. Las Federaciones Locales de cada territorio (Andalucía, Cataluña, Asturias…) forman las correspondientes Confederaciones Territoriales. Las Confederaciones Territoriales y las Federaciones de Rama de los distintos sindicatos (Metal, Sanidad, Administración Pública…) junto con el Secretariado Permanente conforman el Comité Confederal de la CGT, máximo organismo de gestión entre Congresos. Como ves, una Organización que desde el núcleo original del Sindicato se estructura en dos niveles de intervención: el territorial y el sectorial.
En cada uno de los niveles se actúa independientemente. Se toman las decisiones que comprometen a esa sección, sindicato, federación de rama, confederación territorial o lo que sea, sin directrices ajenas. Así, la autonomía sólo se encuentra limitada por la pertenencia voluntaria a una organización confederal de espacio más amplio, que obliga por decisión propia a ser fiel a los acuerdos y compromisos comúnmente adquiridos.
Ello no evita la existencia de conflictos o de tensiones. Aunque resulte incómodo, la CGT tiene más que ver con la difícil diversidad que con la monótona, aburrida y sencilla coincidencia. Quizás sea porque el espíritu libre tiene por fuerza que da lugar a discrepancias y disidencias, y porque nuestro estilo no es ahogarlas mediante disciplinas o resoluciones de ninguna ejecutiva interna. Los conflictos entre nosotros y nosotras los procuramos arreglar con sentido común y con respeto a las partes discrepantes. Muchas veces lo conseguimos, otras no.
Y es que nos reclamamos de ese espíritu y tradición libertaria, anarquista. Por eso hablamos de y tratamos de hacer posible la relación federal, la autogestión o el que cada cual sea capaz de resolver lo suyo, la solidaridad cuando la fuerza propia no es suficiente, la acción directa para solucionar sin intermediaciones nuestros problemas, la autonomía respecto de partidos e iglesias, el respeto -¡cómo no !- a las diferentes opiniones que conviven en la organización, la necesidad de llevar y compartir nuestras ganas de lucha con el mundo entero, y la voluntad realmente transformadora de esta sociedad injusta. Todo eso, y alguna cosa más, es lo que anima a las personas libertarias, a las anarcosindicalistas, a las sindicalistas revolucionarias, a las rebeldes. De esas somos nosotras, nosotros.
Una última cuestión: ¿cuál es el escenario de la lucha por cambiar las cosas? No lo hay porque lo es todo. Allí donde está la injusticia hay que intervenir. Y se señala esto porque, como gustamos de decir aquí, somos más que un sindicato. Somos, en la CGT, básicamente un sindicato, una organización que actúa en el mundo del trabajo. Pero ni todos los problemas están sólo en ese mundo, ni sólo la persona trabajadora clásica -si eso existe ya- tiene un sitio entre nosotros y nosotras. Personas sindicalistas, insumisas, antiautoritarias, con oposición al sexismo, ecologistas, …, cada una en su papel, sin especializaciones revolucionarias, conscientes de que la labor transformadora está en todas partes.
Con estas pocas líneas no se pretendía -ni se consigue- sino un primer acercamiento a la CGT. Las definiciones suelen servir de bien poco, y por eso no nos alargamos más. Por encima de lo que digamos de nosotros y nosotras mismas, somos lo que somos, lo que viene a decir que la CGT no es más que la suma de éste, de aquélla, del otro, … y de ti misma, si te animas.
EL TIEMPO QUE VIVIMOS.
Pero más allá de las presentaciones, vivimos una actualidad que merece algún comentario. Tiempos de cambio, ciertamente, instalados sobre unas posibilidades tecnológicas nuevas, sobre un agresivo discurso por parte de quienes tienen el poder, el dinero y la capacidad de decisión, sobre una pasividad preocupante por parte del sindicalismo oficial, y sobre una resignación que se extiende por el conjunto social.
Vivimos una sociedad cada día más rica y cada día con un mayor número de personas pobres.
Cada día con más posibilidades materiales de mejorar la vida de la mayoría, pero en la realidad, cada día más amenazante de esas condiciones de vida. Se ha impuesto un discurso -ese que llamamos neoliberal- que establece la productividad y la ganancia como únicas razones, despreciando las conquistas sociales o la necesidad de proporcionar unos mínimos vitales para la gente. La fría lógica económica se ha comido lo social. Ahí tenemos la política de privatización de empresas y servicios públicos, los recortes sucesivos a las prestaciones por desempleo, la disminución y privatización del sistema de pensiones o el retroceso y depreciación de la sanidad o de la escuela pública.
Por desgracia, el sindicalismo no es ajeno a todo ello. Las todavía recientes firmas de la nueva reforma laboral o del acuerdo para la modificación del sistema de pensiones dejan bien a las claras cómo el sindicalismo oficial, el de CCOO y UGT, está dispuesto a aceptar todo lo que le pongan delante y a tener por único horizonte el gestionar las migajas que le deja Don Dinero. Nada de movilizar a la clase trabajadora, nada de hacer valer su fuerza social. Y si acaso se les moviliza, ahí tenemos el ejemplo de las y los trabajadores de la función pública hace pocos meses: unos fuegos artificiales para justificarse esos sindicatos y aquí paz y después … congelación salarial.
Desde luego que hay otra manera de hacer las cosas, y a ella te invitamos a sumarte. Hay que hacerse valer, demostrar la fuerza que tenemos. Hay que responder a la política neoliberal que nos domina. Pero hay que hacerlo no en los discursos ni en las fotos, sino en la movilización de fuerzas que nos disponga en mejores condiciones ante la negociación. Hay que recuperar la solidaridad social, esa voz que siempre nos ha dicho que tenemos que ver en todos aquellos asuntos donde se litiga el bienestar de la mayoría. Que no hay pleitos propios y ajenos, que lo mío no acaba en las cuatro paredes de mi empresa. Que la lucha de allí es mi lucha, que las pensiones son la lucha también de la juventud, que la lucha contra el paro lo es también de las y los trabajadores más o menos estables.
En ésas estamos y a ésas te invitamos. CGT no te propone la comodidad de tener la vida arreglada a cambio de una cuota y un carnet. Nuestra oferta se limita a presentarte un espacio sindical y social desde el que defender tus derechos en compañía y apoyo de otros y otras como tú. Nada más que eso. Y nada menos.