Nadie duda de la toxicidad del amianto. Así lo avalan cientos de estudios epidemiológicos procedentes de todo mundo, ya desde 1950. Pero es en 1977 cuando se da la carta de oficialidad a esta potencia patológica del mineral. En esa fecha la IARC (Organismo de investigación acerca el cáncer de la OMS) declara el amianto o asbesto (o uralitas como se conoce en España) como cancerígeno seguro para los humanos y para los animales. Entra en la Clase I de esa escala de gravedad de la OMS que abarca de 1 a 5 grados.
ro no solo es letal sino que lo es de manera siniestra: las fibras que se desprenden del mineral y terminan inhalándose y depositándose en nuestros pulmones son invisibles porque su tamaño es del orden de micras (milésimas de milímetro). Afirman los estudios científicos que es posible que pocas fibras puedan causar una enfermedad mortal, aunque no sea lo más probable. Por eso el INSHT (Instituto Nacional de Seguridad de Higiene en Trabajo de España) sostiene que “No hay ninguna exposición al amianto, por pequeña que sea, que pueda considerarse segura”.
Por esa difusión en pequeñas partículas y por el uso omnipresente que se le ha dado durante más de un siglo aun en los países en que se ha prohibido, sigue estando presente en nuestras vidas por todas partes. Es una telaraña global que nos tiene atrapados en sus redes. Por eso está también en los lugares en los que habitan los niños y las niñas. En los colegios.
Esta circunstancia, unida a la mayor vulnerabilidad de los niños y niñas a su exposición hace que sea una prioridad la erradicación del amianto de las aulas, de forma progresiva y para antes de 2030. Esta Guía es una manera fácil de tener argumentos e instrumentos para ayudar a su eliminación y para el apoyo de las madres y padres que luchan por todas los rincones del país con este objetivo y solicitan ayuda.
Ecologistas en Acción
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