En 2006, una sublevación popular en masa barrió el estado sureño de Oaxaca, México, movilizando a cientos de miles de participantes de la región y destituyendo al poder estatal de la capital y decenas de municipios. Durante casi seis meses no hubo policía en la ciudad de Oaxaca y, en un momento dado, el paisaje urbano se vio transformado por hasta 3.000 barricadas.
Después de años de gobierno represivo y autoritario de la mano del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el gobernador Ulises Ruiz, el levantamiento estuvo motivado por el desalojo violento de una acampada de maestros en la plaza del zócalo durante una huelga anual del sindicato Sección 22 el 14 de junio. Miles de oaxaqueños se lanzaron a las calles para tomar la plaza de manos de la policía y surgió una insurrección espontánea en la que las autoridades estatales fueron desalojadas y los participantes en la protesta ocuparon plazas, edificios gubernamentales, medios de comunicación y autobuses urbanos.
El movimiento formó un organismo organizativo central horizontal, la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), que exigía la destitución de Ulises Ruiz. Durante siete meses, uno de los estados más pobres de México trató de reorganizar la sociedad sin un gobierno estatal ni instituciones sociales capitalistas. Cuando las emisoras de radio ocupadas comenzaron a cerrar con el eslogan “Transmitiendo desde la Comuna de Oaxaca”, a las comparaciones que se hacían con la histórica Comuna de París se les contestaba con: “La Comuna de París duró 70 días. ¡Nosotros hemos durado más de 100!”.
La Comuna de Oaxaca terminó el 25 de noviembre de 2006, después de que el movimiento perdiera las calles tras un asedio violento y brutal de la policía federal y los paramilitares apoyados por el gobierno. Hacia el final del levantamiento, cientos de personas había sido arrestadas y decenas desaparecidas o asesinadas.
EL DÍA A DÍA EN LAS BARRICADAS
No se puede separar la creación de la Comuna de la organización social de su actividad diaria. La Comuna de Oaxaca no se formuló a partir de los medios del levantamiento —las barricadas, las ocupaciones—, sino a partir de las relaciones sociales generadas para organizar la vida cotidiana que reproducirían dichos medios. En lugar de estar aislada en las casas, la reproducción de la vida cotidiana se reorganizó para desobedecer la lógica capitalista de una división del trabajo por género, así como para dar lugar al reparto de recursos, la pertenencia y la vida comunales como ámbitos de lucha.
Mientras que la APPO proporcionaba una alternativa formal al gobierno estatal como organismo político, la increíble longevidad del levantamiento de Oaxaca y la toma de la capital implicó que las cuestiones de la vida cotidiana y la economía informal se convirtieron en ámbitos de contestación clave y en un proyecto de imaginación política de pleno derecho. Durante el levantamiento, el movimiento de mujeres formuló directamente algunas de estas cuestiones y también demostró que es necesaria una confrontación consciente con la división social del trabajo para construir una comuna que realmente desafiara al poder estatal a través de la desmercantilización de los recursos comunes y la desprivatización del trabajo doméstico y reproductivo.
Una contradicción central de la Comuna de Oaxaca, como veremos, giró en torno a las cuestiones sociales, políticas y estratégicas que surgieron cuando los hombres trataron de mantener la división del trabajo por género y forzar a las mujeres a volver al hogar.
Las barricadas que conformaron el paisaje urbano de la Comuna de Oaxaca no eran sólo lugares de defensa física contra los ataques militares, sino también el hogar de una miríada de actividades reproductivas en las que el trabajo históricamente feminizado se convirtió en la base para la transformación de las relaciones sociales. Las barricadas eran lugares donde la gente de Oaxaca dormía, cocinaba y compartía la comida, tenía relaciones sexuales, compartía noticias y se reunía al terminar el día. Los recursos como la comida, el agua, la gasolina y los medicamentos se reapropiaban y redistribuían y, del mismo modo, el trabajo reproductivo era reapropiado desde la esfera del hogar y se convertía en el medio más importante para reimaginar la vida social y los lazos colectivos.
En lugar de volver a casa por la noche y encender la televisión, los oaxaqueños volvían a las barricadas y escuchaban a las retransmisiones de las emisoras de radio ocupadas juntos antes de irse a las camas improvisadas a partir de cartones y mantas. A todas horas había café que se traía de las casas o los comercios, se hacía en un fuego en la barricada y se pasaba a los demás. Se enviaban mensajes románticos y de reconocimiento entre los participantes de distintas barricadas a través de la radio ocupada.
Las tareas del día a día en las barricadas, desde la distribución de comida de un camión de Doritos que había sido reapropiado tras haberlo detenido en la autovía hasta organizar talleres educativos, recrearon una infraestructura comunitaria que se suele naturalizar como trabajo femenino en el hogar o en el barrio. La gente pertenecía a la Comuna simplemente porque formaba parte de esta reproducción de la vida cotidiana —desde cocinar en las barricadas, acercar café de las casas o los comercios, traer y llevar noticias, fabricar cócteles molotov, apilar piedras o simplemente compartir historias.
El sostener las barricadas a partir de sostener la vida cotidiana en las barricadas socavó la idea del “hogar” y el trabajo que las mujeres llevan a cabo en éste como lugar de trabajo aislado y no reconocido, reformulando tales actividades como relaciones públicas y colectivas de la lucha. La organización social del trabajo reproductivo en las barricadas comenzó a erosionar la división capitalista del trabajo por género, en la que el trabajo reproductivo genera valor o capacidad de trabajo en otros ámbitos para su extracción capitalista. La colectivización y generalización de las actividades reproductivas le permitieron al movimiento hacerse cada vez más “autorreproductivo” y, como tal, una amenaza cada vez mayor del orden social.
La autorreproducción, o la capacidad del movimiento de reproducirse directamente en el día a día sin la mediación de una división del trabajo por género o de una fuerza de trabajo invisibilizada de mujeres haciendo todas las tareas necesarias para sostener la vida de manera que el movimiento pudiera sobrevivir, significó que el levantamiento de Oaxaca se reprodujera como Comuna. La autorreproducción forjó una subjetividad colectiva desde las barricadas como experiencia compartida de la vida cotidiana.
Cuando la gente comenzó a identificarse como barricadistas y, después, según barricadas específicas (“Soy de la Barricada de Cinco Changos”, o “Soy de la Barricada de Sonora”), hubo un cambio claro en la identificación subjetiva que se alejaba de roles asignados por el trabajo asalariado (“Soy médica” o “Soy estudiante”) u otras subjetividades organizadas por el capitalismo. En este sentido, la Comuna forjó sujetos que no se identificaban según la mercantilización de su trabajo, sino por la colectivización de relaciones cotidianas y los medios de autorreproducción en las barricadas.
Debido a la necesidad de la Comuna de surgir a partir de su capacidad de autorreproducción, no sorprende que fuera común encontrar en su mayoría a mujeres en las barricadas, o que en muchas de las barricadas todas fueran mujeres. Las mujeres consideraron que el ámbito de lucha se encontraba precisamente en las relaciones informales que se requieren para mantener unidas las comunidades. Las barricadas también tendían a proteger los campos de batalla primarios en los que se forjaban las relaciones de la Comuna, en los barrios y en las ocupaciones de los medios.
Conforme pasaban los meses de insurrección y aumentaba el número de asesinados y desaparecidos, las mujeres participaron en la protección de las barricadas a través de patrullas nocturnas y defensas contra las caravanas de la muerte: las camionetas de los paramilitares que con frecuencia disparaban a las barricadas. Las mujeres comenzaron a asumir el tipo de actividades políticas revolucionarias que históricamente se han definido como masculinas.
LA OCUPACIÓN DE LA TELEVISIÓN DE LAS MUJERES
El punto álgido de la Comuna de Oaxaca, y lo que se entendió como el surgimiento de un movimiento de mujeres, fue la decisiva toma de la televisión y la radio estatales, Canal Nueve, por miles de mujeres el 1 de agosto de 2006. Enfurecidas con los medios por la difusión de mentiras sobre el movimiento, una marcha de mujeres convocó una cacerolada a las puertas de la emisora y exigió 15 minutos de emisión. Cuando se les denegaron, las mujeres forzaron su entrada en la emisora y la ocuparon de forma espontánea. Las mujeres enseguida se enseñaron a sí mismas a utilizar los equipos y comenzaron a emitir a través de la televisión y la radio.
Aunque en agosto la APPO había estado retransmitiendo desde dos emisoras de radio de la capital, cuando las transmisiones de alta potencia de la televisión y radio estuvieron en manos de las mujeres de Oaxaca se abrió un horizonte de posibilidades más amplio de lo que nadie había imaginado. Colectivizar los medios de comunicación y generar contenidos de manera comunal era necesario para reclamar la vida cotidiana en términos de lo que estas mujeres llamaron sus “verdades”. Muchas mujeres de las que ocuparon la emisora se referían repetidas veces a presentar la “verdad” como motivación para ocuparla y, como bien expresó una mujer, “para presentar un poco de tanta verdad que existe”.
Estas “verdades” que las mujeres buscaban desvelar en la radio y la televisión eran una descripción de las condiciones económicas y sociales experimentadas por las comunidades más vulnerables a los efectos socialmente destructivos del ajuste estructural neoliberal y de la hegemonía racista y represiva del PRI. La privatización de los recursos públicos no sólo tiene profundos efectos neocoloniales sobre los grupos indígenas, que conforman el 70% de la población del estado de Oaxaca, sino que los cercamientos capitalistas de recursos y servicios como la educación, la sanidad y la infraestructura básica de la comunidad han supuesto una sobrecarga para las mujeres en particular, ya que tales problemas tienden a estar profundamente “feminizados” y mistificados como “trabajo de mujeres”.
Las transmisiones de las mujeres, por tanto, reunieron a grupos indígenas, a los pobres de las zonas urbanas y a las amas de casa en la tarea de analizar dichas realidades cotidianas en todo el estado, y sirvieron para movilizar a la gente para participar en la insurrección. La capacidad de las “masas” para comunicarse en masa no sólo reveló un sufrimiento colectivo, sino un deseo colectivo de continuar en la lucha. Puede que la Comuna no se hubiera conocido a sí misma de no haber sido por las imágenes y las voces de muchos otros y por las verdades colectivas que se transmitieron desde la emisora ocupada.
CONTRADICCIONES DE GÉNERO
La tensión por mantener la división social del trabajo por género conformó un límite fundamental para que la Comuna de Oaxaca produjera una identidad colectiva en la lucha. Dicha contradicción surgió en la ocupación de Canal Nueve y continuó en las barricadas. Cuando las mujeres tomaron el control de la reproducción social en las barricadas y en los plantones (las plazas ocupadas), al renunciar a limitar sus contribuciones al movimiento a la esfera privada, toda la estructura de la comuna así como la capacidad de las mujeres de permanecer en las calles se vieron perjudicadas por la violencia doméstica, las amenazas y el rechazo de los hombres a colectivizar el trabajo doméstico. Como explicó Ita, una participante de la toma del Canal Nueve:
“Hubo camaradas que se quejaban de que desde el 1 de agosto (la toma del Canal Nueve), mi mujer no me sirve a mí. Hubo muchas mujeres que sufrieron violencia doméstica por estar en las ocupaciones y en las marchas, algunas veces sus maridos incluso intentaron divorciarse o separarse. Los maridos no llevaban bien la idea de que las mujeres abandonaran el trabajo doméstico para participar en política. No ayudaban en las tareas de casa, como ocuparse de los niños o lavar la ropa, para que las mujeres pudieran seguir en la emisora”.
El número de mujeres de la ocupación del Canal Nueve disminuía poco a poco puesto que las mujeres no tenían otra opción que volver al hogar y cuidar de los hijos o desempeñar otras labores domésticas. El 21 de agosto, después de tres semanas de ocupación del Canal Nueve, los paramilitares se aprovecharon del reducido número de personas en la emisora para disparar a los transmisores de la red, inutilizándolos. Aun así, las mujeres no se dieron por vencidas: salieron a la calle de nuevo al día siguiente y lideraron un movimiento para ocupar diez emisoras de radio diferentes, cuatro de las cuales permanecieron en manos de la Comuna por un extenso periodo de tiempo.
Mientras que la tarea doméstica hizo que muchas mujeres volvieran a sus casas, la mayoría de ellas no se sometió a la violencia y amenazas patriarcales. Una mujer continuó defendiendo la barricada incluso después de que un hombre le rompiera el brazo para evitar que ella siguiera en las calles. Como señaló Eva, un ama de casa: “Nadie vino a casa a sacarnos diciéndonos, ‘vayan a la lucha’. Al contrario, nos dijeron: ‘dejen de irse, cálmense’— nos reprimieron. Pero los desafiamos”.
Las mujeres eran tan conscientes de las contradicciones de género que iban a surgir a raíz de su participación en el levantamiento, que colgaron una pancarta en el estudio de televisión ocupado que aparecía en la pantalla durante las primeras transmisiones, que decía: “Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede”. Así, las mujeres trataron de apelar a un sentimiento de pertenencia de clase, sugiriendo que el movimiento de mujeres era un avance para la clase en su totalidad. Sin embargo, la tensión por la participación de las mujeres en el movimiento nunca se resolvió por favorecer cuestiones estratégicas mayores o por el proyecto político de la Comuna. Como indicó Eva: “Seguimos luchando en dos frentes diferentes —contra el sistema y contra los hombres dentro de nuestro movimiento”.
El trabajo reproductivo suponía a la vez un límite para la participación de las mujeres así como una fuerza movilizadora de la autonomía de las mujeres y la organización colectiva. El poder de la comunicación y la sociabilidad a la hora de identificar y forjar luchas colectivas no sólo ocurrió en las transmisiones de los medios ocupados, sino también en las discusiones informales que tenían lugar entre las mujeres del Canal Nueve. Cuando, por primera vez en sus vidas, las mujeres tuvieron un espacio autónomo ajeno a los hombres, se encontraron con que el régimen autoritario del estado y la economía se extendía a su experiencia de la división social del trabajo y la vida cotidiana en el hogar. Como expresó Ita: “Lo bello que ocurrió allí fue que, por las noches, todas nosotras empezábamos a contar nuestras vidas, y de ahí fue de donde sacamos más rabia para continuar en la lucha —no sólo para derrocar al gobierno, sino también para organizarnos como mujeres y enfrentarnos a lo que la mayoría de nosotras estamos viviendo”.
Por tanto, ser parte de la Comuna no sólo significó que las mujeres generalizaron su participación política junto con los demás, sino que además entendieron su participación conforme a su lucha contra la división social del trabajo y la mercantilización del capitalismo del trabajo reproductivo del trabajo en el hogar. La tensión por mantener la división social del trabajo significó que, para las mujeres que se enfrentaban tanto al gobierno como al trabajo reproductivo, ambas luchas devinieron la misma.
Revolucionar la vida cotidiana a partir de la recuperación de los espacios y los recursos mercantilizados y privatizados era un principio central de la Comuna de Oaxaca. En él se basó la evolución del movimiento desde su exigencia esencial de destituir al gobernador hacia una articulación de cómo sus políticas habían mantenido la invasión del capitalismo en todas las esferas de la vida pública. Pero fue la articulación de la explotación en el hogar que llevaron a cabo las mujeres lo que realmente llamó a una reorganización de la vida diaria fuera de la lógica capitalista.
PROCESOS INFORMALES DE COLECTIVIZACIÓN
Tal y como el trabajo reproductivo y no asalariado suele ser informal, las relaciones sociales informales y los gestos cotidianos de solidaridad y apoyo mutuo dentro de la Comuna constituyeron un imaginario más allá —y en ocasiones sin— las representaciones formales del movimiento, la APPO.
Al analizar el levantamiento de Oaxaca, la izquierda se ha centrado sobre todo en la APPO en sus intentos de describir y justificar los asombrosos siete meses de insurrección contra el capitalismo y el estado. Pero este foco de atención sobre las estructuras de organización del movimiento puramente formales en cierto modo imita la división capitalista del trabajo, en la que el trabajo sólo se produce en una esfera formal, dejando pasar desapercibidos los aspectos sociales de organización que se dieron paralelamente a las exigencias políticas y las organizaciones públicas. Mientras que la APPO fue descrita como un movimiento de movimientos, y las demandas políticas que salieron de la APPO —principalmente la destitución del partido en el poder— abarcaban un deseo político colectivo, su descripción no sirve para englobar los procesos informales de colectivización que lidiaban con la cuestión de la reproducción del día a día.
El sentido de identidad colectiva que destacó en la Comuna de Oaxaca no fue sólo la identificación con la APPO. De hecho, muchos participantes —en especial amas de casa y pobres urbanos— se identificaban como militantes del levantamiento pero no como parte de la APPO. Sería necesario llevar a cabo una investigación sociológica para entender todas las razones por las que los participantes en el levantamiento no se identificaban con la APPO, o cómo la APPO no logró englobar a todos los sectores demográficos del levantamiento en sus estructuras particulares de organización y representación; sin duda, las mujeres lucharon sin éxito por una participación más igualitaria en la APPO, dando lugar a otra contradicción de género del levantamiento. Hasta noviembre, siete meses después de que comenzase la insurrección, la APPO no consideró expresamente la representación igualitaria de géneros, e incluso entonces, con la trascendental participación del movimiento de mujeres, tampoco tuvo en cuenta la paridad.
En última instancia, la experiencia de la vida cotidiana que formuló la Comuna de Oaxaca y las articulaciones de las mujeres participantes respecto a las limitaciones de la Comuna nos ayudan a expandir nuestra comprensión de la lucha como confrontación con formas en las que el capitalismo ha mercantilizado el trabajo reproductivo y lo ha convertido en una esfera feminizada —en la que cualquier movimiento anticapitalista serio debe lidiar directamente con la lógica de género de la reproducción de la vida social colectiva.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/mexico/la-autorreproduccion-la-comuna-de-oaxaca