A sus 80 años, Miren Etxezarreta sigue teniendo una agenda muy activa en el mundo de la economía crítica. Aún así, dice no estar cansada: «la vida es más rica si te ocupas de intentar mejorar las cosas».
Lleva toda una vida ligada a la economía. Con el estallido de lacrisis se ha multiplicado la presencia de analistas económicos.
¿Cómo ha evolucionado esta disciplina?
La economía tomada como un todo me parece que ha evolucionado mal en el sentido que se ha convertido en una disciplina con pretensiones cada vez más tecnificadas. Pero oculta toda una corriente ideológica muy potente, que es el intento de hacer de la economía una disciplina que justifica toda una serie de decisiones que convienen al poder económico y político.
A pesar de eso, la crisis ha presentado un cuadro que no ha habido más remedio que enfrentar y, entonces, ha servido también para que se desarrollen un poco las visiones críticas de la economía. Aunque todavía son muy minoritarias, porque el poder es el poder y le conviene otra línea.
Partiendo del título de su última obra, una pregunta de rigor, ¿para qué sirve realmente la economía?
La economía no es una disciplina unitaria. La corriente convencional sirve como cortina de humo para justificar los intereses del poder. Recortes, reducción de salarios, flexibilidad, competitividad…
Entonces, ¿para qué debería servir la economía?
Espero que algún día sirva para que se pueda organizar mejor, colectivamente y en conjunto por dónde debe de ir la dinámica material de la sociedad. En este momento la sociedad se organiza siguiendo un criterio fundamental, que es el beneficio para el capital privado. Pero la economía podría servir para organizar la sociedad de acuerdo con el bienestar popular, para guiar las decisiones sociales. Es hacia donde tendríamos que ir los economistas.
Ahora está de moda decir que se van a montar comisiones de expertos y que estos dirán lo que hay que hacer, como si eso fuera absolutamente incontrovertido. Personalmente creo que el experto no puede sustituir nunca a la ciudadanía, tiene que dar distinas líneas de
actuación, pero la decisión tiene que ser de la ciudadanía.
Con la crisis, el paro y pobreza han escalado sin cesar, pero también las grandes riquezas o las fortunas en paraísos fiscales. ¿La desigualdad es una de las peores consecuencias?
Sí. Pero a mí me preocupa un poco, porque parece que ahora todos estamos contando pobres. Yo cuento más pobres que tú, por lo tanto soy más ‘progre’. Es verdad, y no seré yo quien lo niegue, que el capitalismo entre sus consecuencias gravísimas tiene la desigualdad y la pobreza, pero no es lo único. Para mí, lo más grave del capitalismo es, primero, que las decisiones se toman en función del beneficio privado. No se toman decisiones para las clases populares, sino para el beneficio de unos pocos señores. Segundo, que son esos señores los que toman las decisiones. Me parece más grave esa gran dimensión del capitalismo, que no genera tanta alarma social. A veces nos equivocamos al evaluar el capitalismo. Hacemos una evaluación importante en las consecuencias pero no hacemos la misma evaluación en la estructura del propio capitalismo. Creo que tenemos que centrarnos más en eso.
Apela a la necesidad de luchar contra el sistema capitalista. ¿Existe la lucha de clases hoy en día?
Hace muchos años, desde el final de la segunda guerra mundial, que se está diciendo que ya no hay clases. Es absolutamente falso. El análisis lleva a la existencia de clases, pero es que además la vida te enseña las clases. Si coges el metro a las ocho de la mañana en Barcelona, hay una clase trabajadora. Y si vas a pasear a Pedralbes, que es el barrio donde viven los ricos, también se nota que hay una clase. Lo que pasa es que se ha perdido la conciencia. Se ha intentado que la clase trabajadora mejore un poco y crea que es clase media. Porque cuando hay dos clases, inmediatamente viene el conflicto entre esas dos clases. Mientras que la clase media parece que era algo que suavizaba la diferencia. La crisis ha llevado a un debilitamiento fuerte de las clases medias y la va a seguir debilitando. La clase trabajadora ha sufrido tantos cambios de formas organizativas… pero sigue ahí. Yo tengo la esperanza que con el tiempo los trabajadores de hoy día, que están
extremadamente precarizados, serán capaces de organizarse.
Mencionaba antes que las decisiones sociales se toman en determinados estratos de poder. En el caso de Grecia, por ejemplo, se ha visto que ni siquiera un Gobierno de izquierda comprometido con el fin de la austeridad garantiza el desarrollo de políticas más justas.
El caso de Grecia permite percibir dos cosas importantes: el peso terrible de la Unión Europea a favor de los grandes capitales y cómo realmente, a pesar de que la población estaba a favor, el poder institucionalizado limita las posibilidades de actuación. ¿Cuál es la
conclusión de ese planteamiento? Que lo importante es fortalecer el poder popular. Luchamos por que las instituciones sean coherentes, pero no lo son.
Para mí quedan muy claras las limitaciones. ¿Quiere eso decir que no se puede hacer nada? No. Yo creo que hay una posibil idad de actuación muy importante a nivel de empoderamiento popular; lo que quiere decir trabajar a nivel de base. La tendencia es dejar en manos de las instituciones lo que hay que hacer: votar y que ellos hagan. A mi
juicio, eso es una equivocación.
En este sentido, ¿qué opinión le merece la iniciativa DiEM25 impulsada por el exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis?
En parte se perfila como una alternativa. De todas formas quiero reivindicar una cosa: Varoufakis es muy famoso, pero pertenezco a un grupo de economistas europeos que se fundó en 1995, en pleno boom de la Unión Europea, para decir exactamente lo mismo. Varoufakis refuerza eso y me parece bien. Es una línea de trabajo más, pero al final es institucionalizada y mi línea está mucho más abajo: los grupos en todas las partes de la sociedad europea tenemos que trabajar a nivel de base, intentando introducir nuevas formas de hacer las cosas, de decidir, de organizar la producción… Quizá soy optimista, pero diría queestán existiendo.
¿Cree que los procesos de independencia, sean en Catalunya o Euskal Herria, pueden ser positivos de cara a construir alternativas frente al capitalismo?
Es un punto delicado. Yo tengo que confesar que no veo la solución al problema del capitalismo a través de procesos de independencia. A mi juicio, depende muchos más de trabajar a nivel municipal, de ir creando esas confluencias en distintas redes de trabajo y crearlas al nivel territorial que surjan. En plena globalización, una separación de esfuerzos no me parece lo más útil. Es cierto que hay gente de muy buena voluntad que dice que si partimos será más fácil conseguir una sociedad en Euskal Herria o Catalunya. Yo no comparto ese análisis, aunque no creo que ambas luchas sean irreconciliables.
Ha venido a Euskal Herria para hablar sobre pensiones. ¿Cuál es la situación del sistema de pensiones?
El sistema de pensiones mueve muchísimo dinero líquido; en el Estado español alrededor de 110.000 millones al año. Es un bocado demasiado apetitoso para el capital financiero y se está construyendo todo un imaginario de plantear que el sistema está en quiebra para que ese dinero que se mueve a nivel del Estado y del sector público vaya trasvasándose gradualmente al sector privado. ¿Quién financia el Ejército? ¿Y la iglesia? ¿Por qué en el presupuesto público se van a separar las pensiones de todos los demás gastos?
Hay una cosa que los que hablamos de estos temas no mencionamos muchas veces. El sistema actual se basa en que las cotizaciones de los trabajadores financian las prestaciones, de forma que los beneficios de las empresas no entran para nada en ese juego. De un plumazo se resuelven dos problemas: que sean transferencias entre trabajadores y que los beneficios no participen para nada en el mantenimiento de los ancianos, que son, sin embargo, quienes han producido los beneficios durante años.
Se habla de la crisis del capitalismo, pero remonta una y otra vez. ¿Cree realmente viable una alternativa?
Veo una contradicción. Parece que el capitalismo se bambolea con cada crisis financiera. Yo, de momento, le veo más fuerte que nunca, ha conquistado el mundo. Mi convicción es que el capitalismo no es eterno.
Lo tenemos que hacer vulnerable. Algún día caerá, pero, ¿qué se pondrá en su lugar? Si nosotros no nos preparamos desde ahora para una sociedad justa y armónica, después del capitalismo pueden venir cosas peores. El objetivo tiene que ser el bienestar colectivo, no se puede tolerar la pobreza, y las decisiones tienen que ser tomadas por la
ciudadanía.
I R A I A O I A R Z A B A L / G A R A